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Artículo Periodístico 393º: “Virtudes y desvirtudes: Maledicencia”.


                        Artículo Periodístico 393º: “Virtudes y desvirtudes: Maledicencia”[1].   
                        0. ¿Hemos caído en este error moral y psicológico y espiritual, y se ha convertido ya, en casi toda la población, en una forma de ser y estar, que ya no somos conscientes de él? ¡Se habla y se quita la fama del otro, sin motivos, sin datos suficientes, sin razones suficientes? ¿Nos entrometemos en la vida de los demás sin necesidad, sin causas…? ¿La maledicencia y el juicio temerario son dos caras de la misma moneda, que es una epidemia que se transforma en enormes males…?
                        1. Se puede definir aquella acción o acto que le quita de forma injusta la fama y el honor al prójimo. Muchas veces, sin necesidad y sin causa suficiente.
                        Este mal está tan extendido que ya parece una plaga o una epidemia, es más, ya este mal está tan universalizado, al menos en algunos territorios, sociedades, culturas, países que ya la mayoría de la población no es consciente de que es un mal, y un mal grave, y no es consciente de las consecuencias que para un individuo puede ocasionar esta forma de ser y actuar.
                        Ciertamente hay unos individuos o colectivos o grupos más propensos que otros. Y es cierto, que a veces, los medios de comunicación, o al menos, algunos han caído en este defecto, y han propiciado que ese error de conducta se extienda más por la población.
                        No estamos hablando, que por causas necesarias y justas, y en los lugares debidos, una persona, que haya sido perjudicada gravemente, tenga que indicar determinadas actuaciones de otra o de otras personas. No estamos hablando la justa defensa de una persona también en este problema. No vamos a negar que una persona ante tribunales legales y legítimos tengan que narrar los hechos, hechos de personas y con datos. No vamos a negar que las personas, tengan derecho justo y legítimo a la defensa de su fama y de su honor…
                        Pero todo en esos casos también tiene que estar con medida y con mesura y con racionalidad y con sentido común y con prudencia y con proporcionalidad.
                        Es lamentable que demasiadas veces, no somos conscientes, que ante una situación hay que escuchar a las dos partes. Y solo se oye y escucha y se tiene en cuenta una parte.
                        Como en todo, la prudencia debe ser la madre y la fuente de quién hay que tomar consideración. Ciertamente los actos malos, no podemos decir que son buenos, los buenos no podemos definirlos como malos. Pero las circunstancias de las personas, las circunstancias de las situaciones son, casi siempre terrenos en los que casi nadie de fuera, muchas veces, tampoco de dentro, conocen todas las variables…
                        2. Los juicios temerarios, es decir, indicar expresiones y juicios sin suficientes datos, sin suficiente competencia de la realidad o sobre la realidad, o sobre esas personas es un mal enorme. No podemos negar que hay que escuchar a la mente y al cerebro, y escucharlo y tenerlo en cuenta, porque a veces, el cerebro se adelanta ante un peligro, antes que la conciencia sea consciente. Pero una cosa es escuchar a su propio yo, no llegando a los radicalismos y extremos, porque podrías caer en sin sentidos, y otra cosa, es decir, cualquier cosa de cualquier persona, por un simple indicio o signo.
                        Es más, habiendo visto una actuación negativa o perniciosa de otra persona, si no te compete, no tienes por qué decir nada… Este consejo te evitará muchos enemigos, muchos adversarios, muchos problemas…
                        El prójimo y el otro, además que nadie tiene derecho a quitarle su chaqueta o un trozo de tierra o diez dólares, también tiene derecho a que nadie le quite la fama. Otra cosa, es las excepciones que antes hemos indicado. También debemos pensar que no podemos valorar lo mismo las obras buenas de las personas, que las obras malas, porque muchas veces, en la discreción, los malos van engrandeciéndose y muchas veces, los buenos, se van empequeñeciendo. Y esto ocurre, muchas veces, en las familias en sentido amplio, en los lugares de trabajo, en las vecindades, en los pueblos o en multitud de colectivos y asociaciones… muchas veces, las personas de buena voluntad, son las que quedan como malas, y las personas con menor buena voluntad, como buenas…
                        El que arrebata injustamente la buena fama de otra persona, está cometiendo un grave mal o maldad. Habría que preguntarse, si el que se calla ante la buena fama de otra persona, habiendo hecho un mal grave, si no está de alguna forma haciendo un daño también grande. Pero en esto, algunos tratadistas indican que es mejor la prudencia, porque el mal que haya hecho una persona a otras personas, si no compete decirlo en este momento, es mejor la prudencia y el callar. Porque de todos se puede decir algún mal. Por supuesto aquí estaría el problema de que un mal puede ser moral, pero también moral y jurídico o legal. Por tanto, las consecuencias y las obligaciones pueden y son diferentes…
                        3. Los tratadistas de moralidad clásicos decían que el juicio temerario y la maledicencia era como una especie de asesinato y homicidio a otra persona. Porque quitarle la fama y el honor, con palabras, más con hechos a otra persona es causarle un mal enorme, que puede tener consecuencias para ella, durante lustros y décadas. Cuándo yo leía este aserto o esta definición de joven, creía que era una exageración de los moralistas clásicos, pero el tiempo me ha enseñado, viendo en multitud de casos y personas, que esto es verdad, que es una realidad. Y es peor, en algunos casos que un asesinato, porque hay personas que durante décadas llevan un sambenito, se diga o no se diga, pero otras personas los sienten o piensan o sienten, que les condicionan toda su existencia, incluso las de sus descendientes…
                        El sentido medio aristotélico, en esto como en cualquier otra cuestión moral y ética y espiritual es enormemente complejo. Porque es bueno que las persones conozcan algo de los demás, de sus virtudes y sus defectos. De sus virtudes para alabarlas, de sus defectos para defenderse. Cuántas veces, no conocer algún defecto del prójimo, puede llevar a otras personas a que caigan bajo el dominio y el mal de esas personas…
                        ¿Dónde el equilibrio, dónde el sentido común, donde la racionalidad, dónde la mesura, dónde la prudencia, donde las verdaderas causas y hechos y datos…?
                        4. La murmuración es un mal enorme. Murmuración que va acompañada o es hija o padre del juicio temerario y de la maledicencia. Se juntan las tres creando enormes males en la sociedad y en los colectivos y en los individuos…
                        Por cierto en el DRAE de 1992 todavía esta palabra o término no está en nuestro gran diccionario. Supongo que después la habrán incluido. Lo cual nos indica que quizás ciertos conceptos o palabras que llevan siglos con nosotros, no las hemos incluido, porque ni siquiera las grandes autoridades y las grandes mentes de nuestra lengua, hasta ese momento, no sé después, no se habían fijado en ellas, aunque si en la palabra coño y otras similares… No es criticar a nadie, ni menos a la Academia de la Lengua, sino fijar un detalle, que puede ser importante a la hora de analizar esta cuestión.
                        Dar información falsa, malediciente a otra persona, es un mal no solo a la persona objeto de dicha juicio, no solo al que lo realiza, sino también al que lo escucha. Y un rumor, cierto o falso, no sabemos las consecuencias que puede tener…
                        No hablar mal de nadie, nunca, a no ser en situaciones límites y extremas, y ante la autoridad necesaria, y en una absoluta y defensa clara y evidente y necesaria. Se puede uno defender ante multitud de males y problemas sin tener que atacar a nadie, sin tener que hablar mal de nadie. Cierto que es difícil, pero hay que desarrollar el sistema de la defensa propia sin atacar a nadie. No debes achacarte un mal que no has cometido, e incluso un mal cometido, tienes derecho a tu defensa, pero si es posible, no atacando a nadie. Ciertamente, los que hemos probado este método, tantas y tantas veces, la verdad, es que a veces resulta difícil. No achacar a nadie ningún mal, no quitar la fama a nadie, pero tampoco que a ti te echen un carro de basura… Como en todo, la medida, la mesura, el sentido común, la racionalidad, la prudencia, la equidad debe primar…
                        Una persona ha podido tener un defecto grave, o tú mismo haberlo tenido pero ya haberlo superado… Una persona se le critica una cosa mala, pero no se valora las diez buenas que ha hecho o te ha hecho o se le valoran las diez buenas que hace y se olvida una mala, pero una mala que es muy mala, al menos hacia otra u otras personas.
                        Muchas personas le llenan la cabeza a otros de mal, de mal de otras personas, incluso en las familias en sentido amplio, sin haber escuchado jamás a esa otra persona… Y lo mismo ocurre en los lugares de trabajo, etc.
                        Tampoco puedes y debes alabar a alguien, que ha cometido o comete graves errores, no caer en el otro extremo. Si alguien no tiene grandes virtudes o grandes actos buenos tampoco hay que darle una fama y un honor que no merece. Una cosa es no quitárselo, y otra cosa es darle honores y famas que no tiene o no dispone… Porque entonces, el mal se hará más grande. Porque lo que intentamos es reducir el mal, no elevarlo, no engrandecerlo… Muchas veces, bajo la excusa, razón, manta de la discreción y de lavar los trapos sucio en casa se tapan muchos males, y esos males se hacen más grandes o afectan a otras personas, o los buenos quedan como malos y se les sigue haciendo mal por eso, y los malos quedan como buenos y se les sigue haciendo bondades y bienes por eso…
                        Se debe analizar y criticar el mal, pero en abstracto, y no referirlo a ninguna persona, se puede decir que el juego de cartas o la adicción al juego es malo, pero no hay que concretar en tal o cual persona. Así de ese modo se defiende el bien, se incentiva el bien, se critica el mal y se critica las consecuencias del mal, pero no se quita la fama a nadie concreto…
                        No te creas todos los males que de otras personas se dicen, pero tampoco los rechaces, calla y observa, y con tus ojos, valora si es una cosa o es otra. Así de ese modo, si esos juicios son falsos, no habrás contribuido a su engrandecimiento de un mal y del mal a una persona. Pero si son ciertos, te habrás preparado para la defensa de una persona y ante una persona, para que así al prepararte podrás defenderte del mal de esa persona contra ti.
                        Porque no olvidemos que una persona puede hacer un bien a muchas, pero no a otras, o hacer un mal a algunas o a muchas, pero no a otras… Y es la misma persona…
                        5. No caigas en la costumbre tan extendida de alabar a una persona al principio, para después pegarle el puyazo y criticarla hasta los tuétanos…
                        Podríamos resumir este pequeño artículo, sobre una cuestión que es interminable, de una forma sencilla, “no toques la fama del otro, que es quizás su única propiedad de la que dispone, no eres juez, ni parte, en la fama del otro, busca tu defensa, en situaciones necesarias, si es posible, sin tener que quitar la fama al otro, y sin echarte la culpa a ti, tampoco…”. ¡Qué difícil es el término medio señor Aristóteles…!
                  © jmm caminero (19 noviembre-05 diciembre 2015 cr).
Fin artículo 393º: “Virtudes y desvirtudes: Maledicencia”.
                                                                                  *


[1] Enviado y publicado en el Diario Critico.com, el día 05 de diciembre del 2015.

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