Artículo Periodístico 3.956º: “Soñando Albarracín, II”.
Los
dos pares de ojos, unidos por amores y deseos, continuaron caminando, aquellos
dos seres que llegaron a este lugar, aquella mañana, que caminaban en la vida
ya muchas lunas…
En
esas travesuras de ríos de aire entre muros de piedras cortadas por humanos,
tan pequeños, huecos estrechos alargados, que apenas pueden dos personas entrar
en paralelo. Estos que encontramos en todos los lugares de habitabilidad, que
han tenido siglos y murallas. Para aprovechar el espacio, tan caro siempre. Porque
dentro de las murallas había y existía mas seguridad.
No
tengo una mirada solo romántica e imaginaria sobre la realidad. Sé que durante
generaciones, también han existido lloros en estas calles y casas, en estos
lugares, en hombres y mujeres, en niños huérfanos, en madres que morían en los
partos, en varones rudos y duros con demasiado alcohol o rencor en su sangre,
en poderes inapropiados que hacían de las suyas, porque no existían claras
Constituciones, sé del dolor de la historia. No crean que solo sea ingenuo e
idealista. Las piedras están llenas y rellenas por dentro y por fuera, de
alegrías, pero también de lloros. Lloros de muchas clases y muchos colores.
Porque los bípedos no son siempre buenos, ni buenos consigo mismos, ni buenos
con los vecinos…
Esa
armonía del susurro del aire en las piedras, esa armonía en la desarmonía,
porque no hay trazos de grandes arquitectos de la modernidad, sino de los
bocados que los siglos han ido dando al aire y al espacio. Esos que viajan por
el aire, se levantan, para poder tomar el sol. Que están a la altura,
ascendidos en montes y montañas como las aves que vuelan por los senderos del
aire. Hemos sido tantos mundos en el interior. Eso es lo que somos. Unos se
autocontrolan más y mejor las pasiones y los deseos y las emociones, otros
menos. Quizás, las historias que nos hemos ido contando a unos y a otros. Como
en todos los lugares, debió de haber amores deseados que no cristalizaron en
alcobas de flores, amores no deseados que terminaron en engendramientos de descendientes
e hijos, que también se amaron. Todo eso es la vida a lo largo de los ciclos de
las estaciones… de los fríos de los inviernos que habrán helado las sangres en
estas tierras y en estos aires, volando en las cimas de las alturas. Rodeados
de murallas para protegerse de nosotros mismos y de los de fuera. Siempre esas
cercas, esas murallas que llevan con nosotros desde hace milenios, desde el
principio de las ciudades-Estado, y, que solo ahora, hace una centuria de años,
se han ido deshaciendo…
Rallas
de alquitrán, desde lo alto de los ojos de las águilas, se perciben debajo,
esas serpientes de negrura con rallas blancas, que como tres líneas paralelas,
caminan por los colores de la tierra, es como si la tierra aflorara desde su
interior, pinturas y dibujos abstractos, pero construidos por los humanos.
Si
miras bien, unos trozos de paredes, tienen unos años, retocados, otros trozos
de piedra, quizás, siglos… nos enseñan su historia, por el color, el desgaste,
las aguas y los soles que han soportado, en esos huracanes de las esperanzas
humanas. Que culpa tiene esa piedra pilar de esa casa de tres pisos, que dormía
tranquila en el monte, y, hace quinientos o trescientos o setecientos años, la
sacaron de su sueño en el monte, rodeado de pinos o de cervatillos, y la
pusieron como exiliada dentro de unas murallas, sujetando, ya tanto peso de
siglos, de mirar como los humanos pasan, como hacen sus bodas, sus amoríos, sus
deseos, sus confrontaciones, qué culpa tiene esa piedra, grande y redonda, que
de irla tocando se ha ido haciendo más suave y más civilizada…
Guadalaviar, en el sótano de los muros, va
volando despacio, cantando canciones que son siempre la misma, que son siempre
diferentes. Allí abajo, si en el sueño del silencio escuchas y oyes, en el
atardecer o amanecer, cuándo los pasos humanos han dejado de tener tanta
presencia, puede que sientas que oyes o que imaginas que oyes como moléculas de
agua, padecen el movimiento. Y, en ese trajín imaginas ruidos y músicas. Ruidos
y músicas que suenan desde tu interior. Porque has venido a este viaje a
conocerte un poco mejor, a descansar de tantos ruidos. A ir a un lugar, que no
todo el mundo esté enseñando la piel al lado del mar, cosa necesaria, pero que
hoy, necesitabas sentir las piedras de la historia, el aire de la historia, el
sueño de la historia, quizás, para curar alguna herida o algún temor que te
dobla el espinazo. Por esas maneras y esas formas y esas razones, y, otras mil,
muchos colores y formas distintas de narices, pasean por estas calles…
La
Casa de la Julianeta,
con dos calles que se besan y se cruzan sus caminos, sus huecos como si fuesen
fosas o laberintos o cañones de aire y piedra, y los humanos atraviesan sus
fosos… La humildad de lo sobrio y lo sobrio de lo humilde, y, por eso, como los
humanos que son humildes y modestos, son grandes, porque saben lo que son, han
conocido mucho su interior, y, saben que en él, hay muchas tormentas de luces
buenas, muchos huracanes de grises no-buenos. Toda la vida, es intentar
domesticar lo interior y en el interior y desde el interior, el color limpiarlo
y hacerlo más brillante, y lo negro, al menos convertirlo en gris, para que no
haga tanto daño, ni al interior, ni al exterior. Nunca saldrás en los papeles,
y no te recibirán Jefes de Estado, pero quizás, una palabra tuya humilde y
modesta, una sonrisa tuya humilde y modesta, un gesto tuyo humilde y modesto,
haga la vida, unos minutos, más agradables, a otro ser, que atraviesa este
tiempo y espacio junto a ti, unos minutos o muchos soles en su traslación…
Todos
hablan de cultura y de Cultura, y, como siempre la cultura nos sirve para
comer, porque el cazador que descubriese una nueva técnica de caza, tenía más
posibilidades de vivir y sobrevivir, él o ella y su grupo. Hoy, la cultura, es
muchas cosas, pero siempre la misma, es también vivir y sobrevivir. Cuándo me
preguntan, cuándo percibo que tantos pies de tantos colores diferentes han
atravesado estas piedras, me digo, cuánta riqueza se perderá. Cuántos vienen y
vendrán y hacen fotos, y, hacen comentarios y hacen escritos. Y, todo ello
estará en sus casas a mil kilómetros o a diez mil.
Me
digo a mi mismo, cómo les indico a este pueblo y a sus piedras vivas que andan
con dos brazos y dos piernas, que empiecen a conservar y a guardar, no solo
piedras de patrimonio de siglos, sino también, ese patrimonio de imágenes e
ideas y escritos, de tantos que atraviesan estas paredes y estos aires. Solo
tienen que crear una Web o etiqueta dentro de alguna de esas entidades, sea el
ayuntamiento, sea la catedral, sea el museo, sea la casa de… y, poco a poco, ir
acumulando, si los autores desean, algo de su interpretación de este mundo. Por
ejemplo, este artículo, con un enlace, a dónde al final, llegue a
materializarse…
Los
dos viajeros, que forman una naranja desde hace tantas lunas, tantas primaveras
y tantos inviernos y tantos otoños, volvieron a descansar en algún lugar, cueva
moderna, donde tomaron algo de líquido y algo de viandas…
https://museovirtualcuadernosdelamancha.wordpress.com © jmm caminero (07-19 dic. 2023 cr).
Fin artículo 3.956º:
“Soñando Albarracín, II”.
E.
19 dic.