Artículo Periodístico 4.430º: “Que son los clásicos, qué las obras maestras…”.
Entendemos por clásicos, entre
otras definiciones o descripciones, aquellas obras culturales que siglo tras
siglo nos van diciendo algo de lo más profundo de nosotros mismos…
Cierto
es, que influye mucho el azar, si hubiesen quedado más obras de Platón o de Aristóteles, las consideraríamos también clásicas, pero se pierde,
la historia es una gran perdedora de acontecimientos culturales. Cuántos
millones de producciones culturales se habrán perdido, en todos los terrenos y
áreas y disciplinas. Obras, que quizás, hoy, nos dirían cosas necesarias, obras
que posiblemente, de no haberse perdido, el
Renacimiento no hubiese surgido en el siglo catorce quince, sino tres
siglos antes. Obras que nos habrían permitido disponer de un espejo en el que
enfrentarnos… ¡Acaso no debieron crear obras maestras los cartaginenses, y, que
yo sepa no queda ninguna…!
Cada
cultura-civilización-metafísica que ha triunfado, que lleva con nosotros siglos
ha ido haciendo sus clásicos. Dónde generaciones tras generaciones se enfrentan
y confrontan para mirarse a sí mismos, para mirar lo otro y a los otros. Qué
nos dicen Esquilo, Sófocles, Eurípides
del alma profunda humana, de la psique profunda, de la carne profunda, del
individuo y de los colectivos. Las obras maestras y las obras geniales, que a
mi entender son los potenciales productos que se convertirán en clásicas, El
Guernica es de momento una obra maestra, si perdura varios siglos, y,
seguimos considerándola algo grande y genial, entonces, quizás pase a la
categoría de obra clásica. La Capilla Sixtina ya es una obra
clásica, ha dejado de ser maestra, sino que es algo más que una obra maestra o
una obra genial, es algo clásico, nos miramos en ella o nos mirábamos y
entendemos realidades metafísicas de los novísimos –es decir, de después de
este mundo…-.
Al final La Capilla
Sixtina es la Divina Comedia hecha color y figuras, y, la Divina Comedia es la Summa de Tomás de Aquino hecho símbolos,
metáforas, literatura. Para que una obra sea clásica, en mi modesto
entender, tiene que ser considerada por varias generaciones una obra maestra o
genial, o mejor maestra y genial, y, después, de varios siglos ser considerada
clásica, En Busca del Tiempo Perdido de Proust, o El Ulises de Joyce, están en la categoría de obras maestras y geniales, todavía
tienen que pasar varios siglos y, quizás, dentro de dos o tres, ya la consideren
una obra clásica, ya se mirarán, supongo los que caminen por la Luna, las
aldeas o pueblos o estaciones de humanos y de humanos y robots inteligentes que
habiten el sistema solar, ya quizás, las consideren clásicas. Shakespeare, en algunas de sus obras ya
son clásicas, ya hemos llegado a esa capacidad y valor…
Todos
lo que se dedican a buscar interpretaciones del mundo que sean verdaderas y
bondadosas y bellas, sea el arte o la ciencia o la filosofía que sean, desean
que sus obras se conviertan primero, en notables en su época, después, si
pueden ser, desearían antes de fallecer, las tomasen como maestras o rozadoras
de la genialidad, y, después, ya nunca lo sabrán, desearían se convirtiesen en
clásicas, pero eso los autores nunca lo sabrán. Mozart pudo hacer obras maestras, pero, hay diferencias de
pareceres, en su época, unos lo tomaban como grande y otros no tanto. Diríamos
que eran obras notables, después ya sabemos como se consideran. Pero Bach, Bach, dicen algunos expertos que
se consideraba una persona con grandes dotes y talento, pero sus composiciones,
pues eran algo más que artesanía perfecta, hechas para sobrevivir el equipo de
futbol de hijos que la naturaleza les había donado. Y, ahora miren dónde están Bach, Mozart, Beethoven…
Seamos
sinceros, no nos engañemos. Quién descubre alguna demostración matemática, los
famosos siete problemas del milenios, ya se ha descubierto uno. Sabe que por sí
misma, esa demostración quedará en la historia de la matemática. Es más, cuándo
se encontró una solución a uno de esos problemas que llevaban siglos sin
demostración, dos comités independientes de matemáticos, estuvieron trabajando
varios meses o años, para analizar si la demostración era cierta o verdadera o
no. Y, llegaron a la conclusión que sí. El matemático ruso, Grigori Perelmán, lo había descubierto.
Dicen que dejó de pensar y crear matemáticas, del enorme esfuerzo que realizó…
Su nombre y su demostración quedarán durante siglos, o eso pensamos, en esta
era precuántica en la que estamos…
No
nos engañemos, en las Artes sucede lo mismo, todos desean y deseamos crear
obras notables, después, que sean consideradas maestras o geniales, y, quizás
después clásicas. Pero esa tercera parte, nadie lo puede prever… pero
lamentablemente en las Artes y en las Humanidades, no existen dos equipos
independientes que puedan valorar si una obra es maestra o genial, y, menos aún
clásica.
Una
obra clásica es cosa de los siglos, de muchas generaciones. Acaso Cervantes sabía que su obra, El
Ingenioso Hidalgo Don Quijote sería clásica. Yo creo que no, ni nadie
de su siglo. Pero si lo creemos nosotros…
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Fin artículo 4.430º:
“Que son los clásicos, qué las
obras maestras…”.
E.
15 septiembre