Artículo Periodístico 4.434º: “Rutas literarias en Guadalajara, I”.
Decía
el maestro Cela, CJ Cela, que las
obras literarias son más permanentes que las piedras y palacios de los siglos, porque
mantenemos obras de Esquilo y no
templos enteros griegos.
Cierta
generación, por obligaciones educativas, de adolescentes se introdujeron desde
las aulas en El Viaje a al Alcarria, del polígrafo y Nobel, Cela. No es lo mismo entrar en un
paisaje y unos personajes y unas tramas y unas acciones, “cuando repartió un
trozo de queso con un personaje-persona en ese viaje”. No es lo mismo, entrar a
y en una obra, de una edad o de otra. Quizás, en aquellos tiempos, que no
existía tanta televisión, ni tanta radio, ni tanta información, ni tanto
Internet, y, tú, te abrías al mundo, sin entenderlo, sin entenderte, que eso es
la adolescencia…
Llegó
ya la adultez, y, Cela que era una
copia de Picasso traspasado a las
letras. Siempre quiso ir más lejos, más allá en las palabras, siempre quiso
contar la realidad, aunque también el censor tuvo censura, aquel que atravesó
los campos de aquella Hispania-Celtiberia con los lutos de sus tiempos. Aquel
maestro de las palabras que contó tantas cosas y de tantas formas, aquel que
supo que inventar nuevas ideas y nuevas formas de expresar las ideas, era su
oficio y vocación. Y, realizó aquel segundo Viaje a la Alcarria, ya,
ya era adulto este escribiente, acompañado de aquel coche largo y grande,
acompañada de aquella mujer alta y joven y chofera. Cela, siempre Cela,
mezcla de realismo, dicen que costumbrismo, más todas las vanguardias
literarias, de cubismo literario y de surrealismo literario.
Cela nos descubre el alma, el alma y
la carne y la conciencia e inconsciencia de los hombres, sus adjetivos. Cada
narración un intento de llegar más lejos, más cerca de los humanos, hombres y
mujeres, con sus virtudes y sus pasiones y sus vicios. Aquel que atravesó la
tuberculosis, como Antonio Saura, a
uno lo hizo la enfermedad escritor, a otro pintor, también a Tapies. La tuberculosis atravesó muchos
corazones, en el diecinueve y parte del veinte, y, los llevó a la sombra de los
cipreses de mil pueblos, diez mil pueblos, pero algunos que sobrevivieron los
hizo buscadores de la realidad con algún arte…
Dicen,
que existen dos tipos de viajeros, aquellos que buscan un fin, y, aquellos que
buscan el sí interior más profundo. Creo que Cela en este viaje primero, buscó los dos fines y finalidades.
Redactar un libro, alejarse un poco de Madrid,
quizás, empezar a olvidar un poco la postguerra, encontrarse como escritor,
relatar y redactar un paisaje con personajes y tiempos y espacios, y, mil otras
maneras… Pero un modesto artículo como éste, tiene muchos prepósitos y fines.
Pero al final, Cela se estaba
buscando como autor literario. Creo que todavía no estaba con la seguridad
interior, de lo que podría producir y construir de árboles y arbustos con
palabras, y, tampoco si sería capaz de sobrevivir y vivir con las palabras.
Como toda persona, quiéralo o no, se busca a sí misma en el mundo, un
escribiente como Cela también…
Hubo
un tiempo, que en este país, y, en esta sociedad y en todas, hubo un tiempo en
cualquier lugar, que predominó el tren, aquel invento de la Revolución
Industrial inglesa, que como ahora Internet se extendió por todo el mundo y
cambió todo el mundo. En aquel tiempo de Viaje a la Alcarria, el tren es el
vehículo primero de la traslación de un cuerpo y mente, a otro lugar.
Antes vendría el viaje andante y
andariego, como aquella Teresa de Jesús,
una, buscando el espíritu en el Espíritu de Dios, otro, Cela, no sé exactamente lo que buscaba, su espíritu en sí mismo, su
espíritu en la historia como Hegel,
su espíritu en la realidad de su tiempo, para vivir y sobrevivir…
Atravesó
las aceras de Guadalajara, capital,
aquel viajero Cela, todavía imagino
con las heridas de los acontecimientos de un pasado no tan lejano en aquella
época. Quizás, fue capaz de ver heridas en los corazones de seres que
respiraban, por aquellos acontecimientos. Recorrió algo de esta ciudad, que
duerme en alto buscado su destino, su ser y su estar. Si tuviésemos otra
mentalidad, nos daríamos cuenta, todo lo que podríamos aprender y aprehender de
las ciudades pequeñas… Dicen, en los bares de hoy, que creamos las regiones
autónomas, pensando que las provincias llegarían a tener mas color y lugar, y,
con el tiempo, los medios oficiales, se ha
visto que hemos pasado Madrid
por la capital de la región, olvidando otros pueblos y aldeas y paisajes y
paisanos de esos lagares… Dicen, en las tascas y cantinas del hoy y del ayer,
en este terruño celtibérico este aserto y enunciado y queja y sugerencia para
que rectifiquen…
En
aquella Taracena, dónde adquirió
vino y continúo su viaje. En esa espera de que el corazón te hable. Hoy, miras
por la calle, todos llevan su corazón en una tableta de chocolate informática,
hoy, parece que las personas han dejado de mirar y remirar la realidad y su
corazón, puede que puedan hablar con alguien a diez mil kilómetros, pero han
olvidado el rostro que les atraviesa por las cunetas de la historia,
microhistoria, se denominaba cuándo este escribiente estaba en la Facultad del
Saber…
Atravesó
Torija, arrastrado por las mulas y
el mulero, con las conversaciones cotidianas de la vida. En aquellos tiempos,
como en todos, en las cátedras hablarían de los grandes libros, según sus
saberes, y, en ese tiempo, un tal Cela,
gallego de nacimiento, con orígenes ingleses e hispánicos, estaba haciendo un
viaje, que crearía una de los grandes relatos del corazón humano. Siempre he
pensado que nunca he sabido, si tiene el tamaño de palabras, correcto, o el
doble o el triple, podría haber creado una obra tan inmensa como El
Quijote, que le falta texto, aunque no sabemos que sucederá con a IA,
en la literatura, pero de momento creo que esta obra, está al lado de la del Lazarillo
y la Celestina y tantas otras de esta lengua. Será y es una obra ya
maestra, ya es clásica, creo que Viaje a la Alcarria ha atravesado ya
la puerta de la historia. Creo que dentro de tres siglos, alguien seguirá
leyéndola en alguna colonia en el sistema solar…
De
camino a Brihuega, y, se roza con
los ojos y percibe y ve, un hombre y una mula. A veces, me digo, esta obra, es
de las pocas y de las últimas, que se redactaron y serán maestras y clásicas,
donde el animal no racional, tiene importancia. No solo el vehículo industrial
del tren, sino las personas y los animales. Olvidamos, dice Tamames, que en su primera edición del
famoso libro de economía sobre España, que como todo españolito yo también,
compré algún ejemplar, de las docenas de ediciones que ha tenido. Además,
ampliándola, cuenta el maestro de la economía Tamames, en otros tiempos muy estimado, y ahora, olvidado en parte,
que en su primera edición, todavía existían en nuestra Piel de Toro, no
recuerdo bien, cuántos cientos de miles de animales de carga y trabajo. La
economía todavía tenía un pilar en las cuatro patas, aquellos seres que se
neolitizaron y domesticaron hace milenios. Recuerdo de niño, todavía ver por Madrid, de vez en cuando, un carro
tirado por un mulo o yegua o asno… Lo recuerdo de niño…
Decía,
el maestro del articulismo, Umbral,
no recuerdo el porqué y el para qué, que han existido dos clases de imperios,
uno hecho a lomos de caballo, desde Ramsés
hasta Napoleón, y, después, un
siglo después se industrializó. Si observamos bien, las obras maestras,
estuvieron escritas por seres humanos, durante milenios por escribientes que
viajaban en y sobre animales. Después, vino una etapa intermedia del tren, y,
ahora, desde hace unas décadas, eso del vehículo de motor autónomo… Este viaje
y el viajador hizo una narración, creo que es más que un libro de viajes, creo
que es algo más que una narración o narrativa o novela, creo que es algo más
que diálogos de teatro, creo que es una obra maestra y genial, que nos descubre
algo muy profundo de nosotros mismos, de todos nosotros. Que un paisaje, tan
cercano a Madrid, ha sido siempre olvidado y reolvidado, la gran gravedad de la
capital lo ha fagocitado. Pero en todos los lugares, en éste también, puede ser
como los viajes de Odiseo o de Ulises, crearse una obra genial, porque
nos cuenta algo de lo que somos, algo muy profundo.
A
veces, me digo, Cela se equivocó en
esta obra, en un tema, debería haber hecho dos ediciones, una, la que publicó,
otra ampliarla, y podría haber creado y criado un Ulises de Joyce, de un
gallego instalado en Castilla, la Castilla profunda, porque Madrid, no lo
olviden es también Castilla, aunque sea algo más que Castilla…
http://www.facebook.com/cuadernossoliloquiosjmm © jmm caminero (15-22 sept. 2024 cr).
Fin artículo 4.434º:
“Rutas literarias en Guadalajara, I”.
E.
22 septiembre