Artículo Periodístico 4.292º: “Nadie narra los defectos del pueblo”.
A lo sumo se cuentan los defectos
de un estrato social o de un oficio o profesión, pero raramente nadie se atreve
a contar y cantar los defectos de todos y de todas.
Hemos
entrado en una etapa histórica o en una fase histórica, que no es lo mismo, que
hemos pasado de que en multitud de entes comunicativos y de opinión, se
narraban defectos de las personas, en general, desde sermones hasta las
cátedras y hasta los periódicos, a una situación o fase en la cual, nadie se
atreve a indicar que tal realidad humana o social, es un error moral o un error
psicológico o un error económico…
Cierto,
que sobre algunos temas todavía se indican, pero incluso cada vez más matizados
y con más perfiles de suavidad. En definitiva, que parece que de la noche a la
mañana, se ha pasado en unas décadas, en una utilizada frase, de España negra y
triste y caínita, a una España suave y de colores. Antes, todos eran errores
morales o pecados, ahora, todo está bajo la bandera de la libertad y de la
propia autoidentidad, y, por tanto, todo y todo y todo está bien o menos bien,
pero bien.
Hemos
confundido, en mi modesto entender, dos conceptos: que una cosa es la
tolerancia, que tolerar, pongamos el caso de siempre, toleramos al que por las
esquinas se va cayendo de la ebriedad que lleva todos los fines de semana,
toleramos esa conducta, y, es más podemos sentir piedad y misericordia por ella
y por esa persona y por ese individuo o individua. Y, otra cosa es que tengamos
que expresar que esa conducta de ebriedad es buena en sí, o es aceptable,
porque es mala, desde multitud de puntos de vista: psicológicos, biológicos,
morales, afectivos, familiares, económicos, etc.
Este
es el gran error, los viñetistas y humoristas, ya no saben que hacer, porque
pueden realizar un chiste oral o televisado o escrito o una viñeta de humor, y,
siempre habrá potencialmente, un grupo o colectivo o círculo que pueden
demandarte o criticarte hasta la saciedad. Y, el humorista gráfico se encuentra
frente al paredón del tribunal, que si es piadoso, lo deja estar y olvidar,
pero de momento, ya tienen dolores de cabeza.
Hemos
entrado en una sociedad, que nadie se atreve a indicar nada, nada contra
colectivos, grupos y pueblo. Aunque siempre decirlo, con piedad y misericordia,
siempre con tolerancia, pero degustar un kilo de jamón en una sentada, no creo
que sea bueno para una persona, y, decirlo y expresarlo, creo que debería ser
una cosa normal.
Pues
hoy, hoy nadie se atreve, los catedráticos hablan para ellos mismos, y, por
tanto, sus ideas no pasan de sus círculos, los periodistas cada vez tienen más
cuidado por mil razones y mil motivos, los humoristas, qué decir, con un
artículo jurídico que citan, el 115, que no sé muy bien lo que es y no sé, a qué
legislación se refiere.
Miren
ustedes, quién redacta estas palabras, ni en la vida normal y rutinaria y
secular, rara y excepcionalmente, critica a alguien, sea persona o sea ente o
sea colectivo, menos aún lo escribe, pueden comprobarlo. Pero si creo que hemos
llegado a una situación en la cual, casi nadie se atreve a redactar ideas y
datos y argumentos sobre cientos de temas, salvando los de siempre. Se centra
toda la crítica en la política y políticos, en los ricos y semejantes, y, poco
más y un poco más. Pero se dejan cientos de temas, cientos de sectores…
Porque
cuándo alguien se atreve a criticar a los creadores de los caños de los
botijos, pongamos un ejemplo imaginario, o a los que zurcen las capas de los
señores con capa del siglo XIX, o quién sabe de aquellos que fabrican las
cabezas de los alfileres, enseguida habrá una ente colectivo, formada por miles
de personas o por una decena, que dirán enseguida que sientes fobia por los
alfileres o fobia por los botijos o fobia por las capas del siglo XIX, y,
vivirás durante varias semanas, esperando que te llegue la orden de juicio,
administrativo o penal. O, se producirá un juicio mediático en las redes
sociales, o en los comentarios de la prensa, serás el enemigo del pueblo, en
una manera o nueva forma. O, no dirán nada, y, te meterán en el grupo de los
que no eres de ellos, y, durante décadas, sin exagerar, no te dejarán ni el
aire que respiras, ni pan, ni sal, -y, esto no es parábola, ni metáfora, esto
sucede y ha sucedido y sigue sucediendo…-. Encima muchas veces, te achacan que
has dicho cosas que no has dicho. Otro capítulo de la realidad social…
Decíamos
que los catedráticos hablan para ellos, los periodistas apenas tratan muchos de
los temas de la realidad, porque no se atreven, aunque digan los contrario, los
escritores, salvo excepciones son leídos por sus madres y abuelas y algunos
amigos, los curas en sus sermones cada vez son más suaves y más prudentes, y,
cada vez, con menos escuchadores… Por tanto, nadie se atreve a indicar que los
pájaros tienen plumas y que los cocodrilos tienen doble fila de dientes y que
los peces nadan, aunque una especie da grandes saltos en el mar, como si
volasen, quién sabe, si dentro de un millón de años nadarán y volarán al mismo
tiempo, por eso de la evolución de Darwin…
Yo,
yo soy pueblo, yo formo parte del pueblo, y debo indicar, que nadie se atreve,
yo tampoco a contar y cantar los defectos del pueblo, tampoco de los que no se
consideran pueblo. Así creo que no iremos a ningún sitio o a ningún lugar. Es
como si usted va al médico y se enfada con usted y con el galeno, porque le
diagnostica que tiene alguna enfermedad…
Casi
nadie se atreve a narrar las enfermedades y patologías y desarmonías de la
sociedad, de grupos y colectivos. Todos tienen virtudes, pero todos tienen y
tenemos defectos, todos los colectivos, grupos, individuos, oficios,
profesiones, estratos sociales, etc.
¿Nadie
narra los defectos del pueblo, para que se pierdan más y más en su laberinto?
Paz y verdad y bien.
http://filosliterarte.blogspot.com.es © jmm caminero (20-30 junio 2024 cr).
Fin artículo 4.292º:
“Nadie narra los defectos del
pueblo”.
E.
30 junio