Artículo Periodístico 4.645º: “El Día de Difuntos de 1836 y M. J. de Larra”.
Cada año se repite la primavera y
el invierno, pero multitud de acontecimientos sociales: Navidades, Semana
Santa, Vacaciones, Día de Difuntos…
Y, así como una rueda vamos
conformando y reconformando nuestro ser dentro de nosotros, nuestro ser en los
otros, y, nuestro ser en la Naturaleza. La rueda es semejante, en algunos
acontecimientos, pero en nosotros, vamos creciendo en altura, o en anchura, o
vamos encaneciendo, el corazón por lo general, se va haciendo más melancólico,
suavemente melancólico. Se va mirando la vida con distancia o continúas dentro
del mar de la vida.
Los días de difuntos, el día 01
de Noviembre, el día de Todos los Santos, el 02 de noviembre. Podría mirar
datos exactos, pero creo que hoy, en este modesto artículo de opinión y
personal y literario, es mejor cierto grado de ambigüedad, el día de difuntos,
si mi memoria no me falla, fue creado o diseñado o conmemorado por los benedictinos,
la orden de san Benito de Nursia,
patrón de Europa, -junto Edith Stein o
santa Teresa Benedicta de la Cruz-, que tanta importancia ha tenido durante
siglos en esta Península Europea, porque de ella nacieron y emergieron otras
órdenes religiosas, a su vez, esta orden era hija de las órdenes cenobíticas
–que vivían en cenobios, juntos, del Oriente Medio y Egipcio antiguo, por
ejemplo, Pacomio, Antonio Abad, San
Pablo egipcio, san Menas, etc.-.
Según la edad, según las
circunstancias pues las personas tienen una relación con estos dos días
anteriores –el día de Todos los Santos el catolicismo celebra a Todos los
Santos que existen en el Cielo, y, que según dicho credo existe la comunión de
los santos, que estos por intercesión ante Dios, nos pueden ayudar-. Quizás, a
usted este tema, le parezca raro y singular, ya casi medieval, algo del pasado.
Es cierto, que decíamos que según edad así vives estos días, según la pequeña
comunidad en la que te insertes, porque dentro de la sociedad viven grupos diversos
de personas.
Un niño o niña va con padres o
abuelos a visitar las tumbas de padres o abuelos, quizás, algún hermano mayor,
si han tenido esa desgracia de fallecer algún miembro pronto o demasiado joven.
Si eres de mediana edad, pues ya visitas a abuelos y padres, si estás en el
mismo cementerio de la ciudad, porque media España ha migrado en estas ocho
décadas, pocas veces, se habla de la migración autóctona de un lado a otro de
este cuadrado ibérico. Y, si ya estás en la Tercera Edad, Dios quiera que no
tengas que visitar a ningún hijo o nieto, pero ya puede ser el conyugue, algún
hermano, y, casi siempre los padres…
Ahora, es cierto, que entre
cientos de cambios que están sucediendo en nuestra sociedad, uno, uno es la
cremación/incineración, produciéndose distintas modalidades, en unos casos la
urna se instala en un nicho del cementerio, en otros, se diluye por la mar o la
montaña, lo que es polvo vuelva a la naturaleza y la Naturaleza de otro modo.
De todas formas, no tenemos que olvidar la teoría del duelo. La persona
viviente tiene que sufrir en su interior la realidad de la perdida o la
distancia o la desaparición. Cierto que cambia mucho el modo y el modelo, si
alguien cree que su familiar, está en la Eternidad con el Buen Dios, o duda, o
no cree. Este aserto o descripción es esencial para entender y comprender estos
mecanismos mentales y psicológicos y conceptuales de esta realidad social.
No olvidemos que todas estas
cosas, no la han inventado los curas, como algunos piensan, sino que se han encontrado
en Neandertales, ya ritos de enterramiento, fósiles de plantas o de polen de
plantas. Por lo cual, el enterramiento y de alguna manera, una especie de
recuerdo, de ritos en las personas fallecidas, debe estar con nosotros desde
decenas de miles de años… en la emergencia evolutiva y progresiva de la cultura
humana –de la interpretación humana del mundo, interior y exterior-, fue
creciendo como un árbol las raíces de todo lo que ahora disponemos, o al menos,
de casi todo…
Algunos indican, que existen dos
tipos de personas, de todo se puede hacer clasificaciones, aquellas que han
perdido ya a un padre o a una madre o ambos, de aquellos que todavía no han
sufrido esta realidad. Surja esta cuestión, antes o después, a una edad o en
otra. Esto es una realidad profunda. Un ser humano, puede haber sufrido esta
pérdida, y, nunca hablar de ello. Pero ese hueco siempre lo lleva. Espera, si
es creyente, que exista en Otro Mundo, si no es creyente, pues se consolará de
alguna otra manera. Cierto es, enseguida usted pensará para sí mismo, -mientras
que rumia estas palabras-, depende de cómo era el progenitor y progenitora con
usted –y, aquí, pues existe una sinfonía de realidades concretas, que casi
nunca se hablan-. Según su moralidad, según sus actos, según su psicología. En
fin, ya esto en un cóctel enormemente complejo de variables, cada vida es
única, y, cada relación con el progenitor o progenitora, es distinto, al menos
con matices, al final, somos animales racionales afectivos –modificación de la
vieja fórmula del maestro Aristóteles-.
Hoy, hemos recordado, en este
recorrido que vamos haciendo por el articulismo literario hispánico, a Mariano José de Larra, a un artículo o
crónica o comentario, que ha sido repetido hasta la saciedad, titulado: El
Día de Difuntos de 1836, publicado en El Español, nº 368, del
02 de noviembre de 1836.
http://youtube.com/jmmcaminero © jmm caminero (29 dic. 2024.12 enero 2025 cr).
Fin artículo 4.645º:
“El Día de Difuntos de 1836 y M. J. de Larra”.
E.
12 enero