Artículo 4.790º: “El Cántico Espiritual, ascética y mística y Juan de la Cruz”.
Compuesto por Juan de Yepes o Juan de Santo Matia o Juan
de la Cruz consta de 39 estrofas, en la versión A, y, cuarenta en la versión
B, y, narra el ascenso del alma a Dios.
La
ascética es el camino, conceptual y práctico que un ser humano hace o realiza,
para ansiar y buscar la unión con Dios. La mística es la unión del alma con
Dios –no vamos aquí a entrar en el problema de gracia y libertad-. Durante
siglos, estos dos conceptos y prácticas eran conocidos por la inmensa mayoría
de personas que vivían en Europa, especialmente en el catolicismo. Ese camino o
aspiración a la Unión con Dios del alma en esta tierra, pasaba por tres grandes
fases: purgativa, iluminativa y unitiva. Juan
de la Cruz, san Juan de la Cruz, narra en versos esa unión, ese camino. Que
después describe en prosa y lo explica.
Teresa de Jesús y
Juan de la Cruz
son dos grandes escritores de Europa, son dos ascetas y místicos que enseñaron
grandes huecos y almacenes y fondos de esa ansiada unión. Puede que a usted no
valore esta realidad, crea que es cosas de curas. Pero si nos sorprende un
asesino en serie o alguien que cometa un salvaje crimen, tenemos que sorprendernos
con alegría que existan personas que por su esfuerzo y por los dones de Dios,
estando en gracia llegan a la perfección máxima a la unión en esta vida con
Dios –también existen muchos niveles-.
En
tiempos de increencia, de ateísmo, de agnosticismo que Europa lleva soportando,
porque ha habido varias generaciones de pensadores, filósofos, escritores y la
clase intelectual, no toda, pero si una gran parte, intentando que del corazón
de los humanos desaparezca ese amor y amar al Buen Dios, y, también de no cuidar
y seguir una moral y ética que durante siglos ha hecho grande a Europa. Porque
no hay ninguna potencia mundial que no lleve en su seno una moral seria y
profunda, por ejemplo, ahora China lleva en sus vértebras el confucianismo
esencialmente.
Incluso
en España, en parte hemos olvidado a estos dos santos escritores y escritores
santos, escritores místicos, Teresa de
Jesús y Juan de la Cruz, pero en aquella época hubo otros, Fray Luis de León, Fray Luis de Granada,
Juan de Ávila, Ignacio de Loyola, etc. Y, otros que no llegaron a escribir,
pero que llegaron a niveles de mística muy altos: Salvador de Horta, Pascual Baylón, Martín de Porres en Lima, etc. –miren por curiosidad en Lima, en
esa época, en setenta años, coincidieron seis o siete personas que están
canonizadas, cómo es esto posible-. Pienso que España ha olvidado a los grandes
ascetas y místicos que ha tenido a lo largo de sus siglos. Creo que es un
olvido imperdonable, ahora que se ha creado un Centro de Estudios de la Mística
en Ávila, espero que recuperen todas esas figuras de segundo o tercer
nivel en este ámbito de la realidad.
Se
equivocan muchos en los diagnósticos y pronósticos de algunos males sociales
que están ocurriendo. Estos se amplifican si la población olvida una moral y
ética correcta. Si no se enseña al pueblo una moral y ética correcta habrá más
males y sufrimientos individuales y colectivos… Si alguien, que va a hacer un
mal, que es un delito jurídico, pero también es un mal moral, y, también es un
mal religioso o pecado mortal. Si alguien, un sujeto equis, que va a hacer un
mal de este tipo, solo existe el concepto de mal jurídico, será más fácil, que
si ese mismo sujeto, sabe que si hace ese mal, no solo hará un mal jurídico o
delito jurídico, sino hará un mal moral, pero también un pecado mortal. Creo
que para reducir el mal en el mundo, hay que ir a la batalla del mundo, con
espada y escudo y lanza. Hemos lanzado al mundo, a generaciones de seres
humanos, solo pertrechados de una espada, pero no escudo y no lanza.
Y,
ocurre lo que ocurre… si un sujeto A, sabe que si hace un acto equis, que es un
delito, no solo hace ese acto, que tendrá consecuencias jurídicas, sino que es
una falta ética y moral muy grave, y, además, si lo hace, irá al infierno, si
después no se arrepiente. Créanme, ese individuo se lo piensa más… Esta es la
realidad, aunque no guste leerlo, ni casi nadie se atreve a decirlo y
expresarlo, y, casi nadie quiere escucharlo. Esta es la realidad profunda y
esencial, que es una de las razones del mal actual en el mundo, que hemos
olvidado que los actos tienen consecuencias, no sólo a nivel jurídico, sino
también a nivel social, pero también a nivel de la eternidad. Nos hemos
instalado en una especie de desierto o de ateísmo de falta de valores y de
grandes valores, y, nosotros mismos nos hemos suicidado a nivel moral. Después,
no nos extrañe que sucedan las cosas que suceden.
El
Cántico Espiritual
de Juan de la Cruz, santo, nos
enseña en estrofas, en versos, en síntesis, ese camino de la ascética y de la
mística, esa abertura del ser humano a la perfección moral, pero también a la
unión con el Ser Supremo o Buen Dios. No hay que ir a Oriente para aprender y
aprehender determinados métodos de perfección moral, tenemos aquí grandes
maestros, que llevan ya siglos con nosotros. Una vez, en el monasterio de La
Encarnación de Ávila, había una especie de peregrinación de jóvenes
carmelitas, de novicios carmelitas franceses que estaban haciendo un viaje por
España, por los lugares carmelitanos de Teresa
de Jesús y Juan de la Cruz…
La
pregunta, ahora que tanto se viaja, usted ha ido a cuatro o cinco lugares, al
menos, usted que ha nacido en esta Meseta o en esta Península Ibérica, ha ido a
cinco o seis lugares carmelitanos, para intentar entender y comprender mejor
este gran poema, pero sobretodo entenderse mejor usted a sí mismo, entender
mejor a los otros, entender y amar más y mejor al Buen Dios… De entrar en si
mismo y de vivir consigo mismo, siguiendo a Benito de Nursia, de forma sencilla y profunda, sin realizar
grandes aspavientos, cada uno en su vida normal y rutinaria, sea ama de casa,
ejecutivo de la gran empresa, tendero o maestro, agricultor o cirujano. Paz y
bien.
http://articulosperiodisticosjmm.blogspot.com.es © jmm caminero (25-30 marzo 2025 cr).
Fin artículo 4.790º:
“El Cántico Espiritual, ascética y mística y Juan de la Cruz”.
E.
30 marzo