Artículo Periodístico 2.943º: “El malhumor”.
En
otros tiempos se hablaba de los errores morales graves, de los pecados
capitales, por tanto, el sujeto se sometía, teóricamente, al análisis de su
conciencia, se autoevaluaba moralmente.
Pero
ahora, en esta variable-etapa de la sociedad-cultura-civilización, la moralidad o la automoralidad es un
ejercicio que se evalúa y autoevalúa poco. A lo sumo, nos evaluamos la
eficiencia de los métodos que utilizamos en multitud de artilugios. Ponemos en
análisis o crisis, la retórica o diálogos que utilizamos, su eficiencia, pero raramente, los sujetos hacen, lo que
durante siglos, se denominaba examen de conciencia, diaria o al menos semanal.
Los sujetos se sometían, casi la universalidad, a la confesión, aunque sea por
Pascua Florida, cuando no mensual al menos, cuándo la propia actuación del sujeto (pensamientos, deseos, hablas o
lenguaje, actos u omisiones) se disponían-analizaban a la luz, esencialmente,
de la moral del cristianismo, si eran o habían sido acordes con la doctrina
moral.
¿A
dónde nos lleva el párrafo anterior? A qué siglos de generaciones, los humanos
al evaluarse su conducta moral y ética y ética religiosa, se analizaban directa
e indirectamente, su personalidad, que hoy denominaríamos psicológica. Por
tanto, no se indicaba solo que un ser
humano, había caído en un ataque de ira y cólera, que era inmoral, sino que
además esa conducta, era psicológicamente, no correcta. Y, así el resto de
conductas y actos, psicológicos y morales.
Manuel Bretón de los Herreros, publicó un artículo titulado: El
Malhumor publicado el 17 junio de 1835 en el periódico La Abeja, precisamente, analiza que
existen seres humanos, que han caído en el error o defecto psicológico de
estar, si no siempre, casi siempre malhumorados, en romance, se utilizarían
otros vocablos-palabras-términos, y, dicen los estudiosos del columnismo, que
el lenguaje popular, añade expresividad al texto escrito. Pero todavía, no me
encuentro, con y en esa situación psicológica, porque si se escribe como se
habla y se escribe y habla como se piensa-siente, por lo general, salvo
excepciones, no es mi forma de estar en el mundo –lo que no lo expreso, con
orgullo o vanidad o soberbia, porque quizás, en algunos lenguajes-ambientes,
abre puertas, en otros, la mayoría, supongo las cierra, ya que demuestra la
falta de autocontrol personal-.
Me
estoy fijando, en varios artículos que estoy realizando-edificando-construyendo
que se sobrevalora a Larra como el primer articulista moderno de
nuestra lengua y sociedad y literatura. Y, sin quitar un ápice de valor y de
fama, pienso, que en el siglo XIX, hubo oros articulistas, que deberían
mencionarse también, entre los bisabuelos del género literario de opinión en
periódicos. Entre otros: Fernán Caballero (1796-1877), Bretón de los
Herreros (1796-1873), Ramón Mesonero Romanos (1803-1882), Mariano José de
Larra (1809-1837), Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), Pedro Antonio
Alarcón (1833-1891), Leopoldo Alas Clarin (1852-1901). A caballo del
siglo diecinueve y primer cuarto del veinte, Galdós, Pardo Bazán, y…
Bien,
deberíamos aprender y aprehender la
lección de Larra, cuánto habría ganado este país-sociedad, en el siglo
diecinueve y generaciones futuras, si en vez de morir, autolisis, tan joven,
hubiese muerto de fallecimiento natural en su cama o, por desgracia, de
accidente natural, que le hubiese pillado una carreta, pero hubiese respirado
estos aires y suelos, durante veinte o treinta o cincuenta años más. Cuánto nos
podría haber aportado, cuánto a sus diversas generaciones, a los siguientes
ruedas de este molino, del pensamiento, de la literatura, del periodismo, de la
cultura, en general. Quién sabe, si análisis
que se expresaban en 1930 en el periodismo de esta Piel de Toro, se habrían
indicado en 1870, porque Larra podría haber continuado evolucionando y
progresando y, también la sociedad. Con esto, pongo una pica y lanza, para
combatir, modestamente, la epidemia del
suicidio mundial. Recordar, el axioma popular, “después de la noche siempre llega el amanecer…”. Después de un mes
o varios meses de noche, siempre vienen otros meses de amaneceres. Esta es la
convicción profunda, para soportar los doloes-angustias-traumas-sufrimientos-penas,
que la vida nos trae, de una manera o de otra. A todos, los que respiramos en
este planeta.
También
opino, que sería conveniente, que los estudiosos y expertos, tanto en
literatura, periodismo, bellas artes, analizasen y buceasen por hojas sueltas,
gacetillas, todo tipo de lo que podríamos denominar, la prensa, la prensa ya en
tipos móviles, la prensa, antes o al principio de la revolución industrial, de
la Ilustración, dónde pienso, presiento, o, se puede partir de esa hipótesis,
ya habría precedentes del columnismo personal, posiblemente.
Porque
no olvidemos que se considera oficialmente, que el primer periódico es de 1605,
que casualidad, el año del Quijote, surgió en Estrasburgo, entonces pertenecía
a los Estados alemanes, realizado por Johan Carolus (1575-1634) titulado “Relation
aller Fürnemmen […]”, traducido: Colección de todas las noticias
distinguidazas y conmemorables…
Ya,
tenemos en esa gaceta-gacetilla, de momento, el primer periódico, a nivel
oficial. Por tanto, pienso-creo-opino, que desde ese año hasta el siglo
diecinueve, debió de existir en el mundo, cientos, si no miles de artilugios
que copiaron esa idea, y, por tanto, en hojas sueltas o en dos o tres, formando
un pliego-gacetilla, ofrecieran noticias-informaciones-crónicas-comentarios,
sea una vez al mes, sea una vez semestral.
Por
lo cual, encontraríamos, los precursores del columnismo. Porque conocer las
raíces y la evolución, es esencial, para entender y comprender, para
entendernos-comprendernos, que para eso sirve la cultura, el periodismo, la
literatura… ¡y, de pasada analizásemos, esas malas formas en el hablar, de
ser-estar, en el ser humano, ese malhumor, que hoy, encima, se malentiende,
como personas de una personalidad fuerte, cuándo lo que demuestran es lo
contrario…!
https://museovirtualcuadernosdelamancha.wordpress.com © jmm caminero (03 febr.-23
marzo 2022 cr).
Fin artículo
2.943º: “El malhumor”.
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