Artículo Periodístico 3.357º: “Hombre y humanidad”.
En casi todos los tratados
ascéticos y morales y psicológicos se distingue, con todas las controversias,
lo humano como hombre animal y lo humano como animal racional y moral.
Puede que esta clasificación sea
muy controvertida y sea muy polémica, pero desde la antigüedad, con distintos
fundamentos y parámetros y líneas de desarrollo teórico y conceptual, se
distingue, estos hechos.
Todos somos humanos, todos, y,
todos somos todos, tenemos los Derechos Universales Humanos o Derechos Humanos.
Todo ser humano, sea cual sea su color de piel o de cerebro o de alma. Todos,
todos somos inviolables en nuestros derechos esenciales y fundamentales y
humanos. Todos por el hecho de nacer, solo por ese don o realidad o naturaleza
somos seres humanos, y, nadie puede quitarnos, ni nosotros mismos a nosotros
mismos, un ápice de ninguno de esos derechos…
Pero las filosofías y morales del
mundo occidental, especialmente, las cristianas, indican, que ciertamente todos
somos hombres y todos tenemos esos derechos humanos universales, y todos somos
todos. Pero que el hombre tiene una naturaleza adánica o natural, somos
animales, somos animales que a nosotros mismos nos tenemos que humanizar,
racionalizar. Esa distinción, aristotélica, somos animales racionales, somos
animales racionales con alma-espíritu, en la tradición cristiana y monoteísta
occidental.
Por lo cual, todo ser humano,
hombre o mujer, tiene una función o finalidad en el mundo, entre otras, tiene
que irse perfeccionándose moral y psicológica y espiritualmente, tiene que irlo
haciendo poco a poco. Que la humanidad vaya entrando más y más en su corazón,
en su carne, en su mente, en su conciencia y en su alma… Todo hombre no puede
hacer lo que quiera consigo mismo, ni puede hacer lo que quiera con otro ser
humano… Eso es la civilización y la gran cultura, es la humanización de la
misma humanidad, es la humanización de cada ser humano, es ese esfuerzo, ese
enorme maratón de cada día o mes o años, ser más humano, más moral, más ético,
más perfecto moralmente –independiente de la clase social a la que se
pertenezca, de la cultura que se tenga, del poder político o económico o
religioso o…-.
La gran articulista Rosa Belmonte,
nos cuenta o narra, en una columna del diez de diciembre del 2022 publicada en
la Agencia
Colpisa, titulada La Broma, hechos que se nos llenan
de pena el aliento, que se nos resquebraja la garganta de la mente y de la
psique y de la creencia en la esperanza y en el sentido común y en la
racionalidad y la prudencia, y, en el amor-amar mínimo hacia uno mismo y hacia
los demás, aunque esos sean desconocidos para nosotros…
Llevamos milenios, decenas de
milenios, posiblemente, preguntándonos sobre el problema del bien y del mal,
aquí en Occidente lo simbolizamos con Adán y Eva y la serpiente, y con Caín y Abel…
Pero llevamos casi noventa años, aquí en Europa, haciéndonos enormes preguntas,
a la luz y las tinieblas de los acontecimientos que en Europa, en Eurasia han
sucedido, una década u otra, bajo una bandera o bajo otra, y, esto en gran
parte de Eurasia, en distintos momentos… ¿Cómo el mal, cómo la maldad, cómo…?
A lo largo de estos siglos se han
creado o inventado o diseñado o descubierto decenas de teorías o conceptos para
la explicación de esta realidad, del bien y del mal. Por lo tanto, en un
modesto artículo de ochocientas palabras, poco podríamos añadir. Pero si
indicar una constatación, cualquier ser humano, tiene en su seno e interior,
una capacidad enorme de hacer el bien y enorme de hacer el mal. Toda la vida,
cada ser humano tiene que intentar crecer en el bien y desde el bien, e, ir
disminuyendo el mal y los males…
Esa es la gran asignatura de todo
ser humano, de cada día, de cada momento, de cada minuto. Cada ser humano tiene
que irse humanizando y no deshumanizando. Puede que un ser humano aparezca en
el orden social, una persona ejemplar, pero puede ser que en su ámbito
familiar, tenga enormes heridas, puede ser que alguien realice grandes
discursos en el orden público, pero después, en orden privados, haya caído en
alguno de los siete errores morales graves, sea lujuria, envidia, vanidad,
soberbia, gula, pereza, ira-cólera…
Cada hombre/mujer tiene que ir
construyendo su estatua y estatura moral y ética y psicológica moral correcta y
adecuada. Tiene que averiguar cual es el bien y el mal a nivel teórico y
conceptual, segundo, aprender y aprehender los caminos de hacer el bien, aunque
no haga grandes cosas, y alejarse del mal, aunque no tenga grandes tentaciones.
Y, en tercer lugar, realizarlo, realizar el bien, y alejarse del mal, no caer
en la tentación del mal…
Cada hombre o cada mujer, aunque
se crea sin importancia, tiene/n/tenemos una enorme capacidad de hacer el bien,
y una enorme capacidad de hacer el mal. Pienso que el siglo veinte lo ha
demostrado. Cada hombre o mujer, poniendo un simple café, lo puede hacer con agrado
o con sonrisa o con alegría y con respeto, o hacerlo de forma contraria. Y,
esto en cualquier actividad humana…
Hacer el bien, aunque sea en
cosas pequeñas y modestas, también en cosas pequeñas y modestas es esencial.
Porque si hacemos un mal, otra persona tiene que defenderse de ese mal. O tiene
que sufrir ese mal. Y, diríamos, las consecuencias del mal pueden ser más
graves de lo que pensamos. Un mal grave por una persona, puede transmitirse a
otras personas, de alguna manera o forma, puede condicionar a otras personas, a
otras generaciones. No pondremos ejemplos…
El hombre/mujer no nace hecho
totalmente, no sabe el lenguaje, no sabe comer con cuchara, no sabe mil cosas.
No sabe totalmente la correcta moral o quizás, si lo sabe si escuchara
profundamente a su corazón o moral natural. Pero cada hombre tiene que hacerse
cada día más humano. Es la asignatura de todos los días, hasta el último
momento del respiro último…
http://youtube.com/jmmcaminero ©
jmm caminero (16 dic. 2022-04 enero 2023 cr).
Fin artículo 3.357º:
“Hombre y humanidad”.
E. 04 enero