Artículo Periodístico 3.821º: “Cuándo terminarán las guerras de y en la humanidad”.
En
Europa que ya nos creíamos que había desaparecido esta epidemia y flagelo de la
humanidad, al menos presente desde el Neolítico, ahora estamos insertos en
otra.
No
podemos olvidar lo de la Exyugoslavia. Y, pienso que está presente, en todos
los poderes de la columna vertebral de esta Europa, de este deseo de los
Estados Unidos de Europa. Pero ya que creíamos que de alguna manera, ya hemos
sufrido cientos, posiblemente miles, desde los romanos hasta ahora. Ya, pensábamos
que nos merecíamos la paz, si no la paz perpetua de Kant, si la paz de generaciones…
¡Pero
el suelo siempre se rompe…! Dicen los predicadores del cristianismo, en una de
sus Encíclicas, que la guerra está en el
corazón de los hombres, y, es ahí, dónde hay que luchar para que ésta no
crezca, no florezca con sus flores de sangre y dolor y multitud de derechos
mínimos y humanos que se rompen en mil pedazos. Detrás de las guerras hay niños
y niñas con lágrimas, niños y niñas que se quedan sin padre o madre, niños o
niñas que ya no comprenderán del todo el mundo que les ha tocado vivir y
existir.
Muchos
autores, piensan que hemos sido capaces de avanzar enormemente en las técnicas
y ciencias sobre lo natural y la naturaleza, pero sobre el corazón humano, aunque
hemos avanzado también mucho, no es suficiente… El siglo veinte en el tema de
la guerra fue catastrófico, especialmente, en Europa. Dos guerras mundiales en
el suelo europeo, algunos indican, que solo una, que duró de
En
La
Esfera del día 24 de junio de 1916, el gran escritor y articulista Blasco Ibañez, publica un artículo
titulado: Cuentos de la Guerra. El Empleado del coche-cama. En el que nos
narra algo de la guerra, de todas las guerras, del padre o madre o abuelo o
abuela o hijo o hija o nieto o nieta que espera lo que sucederá. Porque en las
guerras se pierde todo y casi todo, especialmente, la esperanza y la bondad y
la verdad en los hombres…
Ahora,
en la misma Europa, dos sociedades-países-naciones-Estados de la misma Europa,
Rusia y Ucrania están en guerra. Una guerra real y convencional. Una guerra con
pepinazos, como el clamor popular indica. Una guerra que nos ha despertado del
sueño, que creíamos que este episodio no se volvería a realizar y materializar
y cristalizar en la misma Europa, con y en los mismos europeos. Creíamos que ya
habíamos aprendido y aprehendido, incluso de la guerra fría, que fue demasiado
caliente. Al final, Ucrania es Europa, al final, Rusia es Europa, aunque muchos
no quieran reconocerlo. Otra guerra en Europa, que nadie sabe como va a
terminar, aunque bien, habría sido que no hubiese empezado…
Somos,
nadie se ofenda, pero eso es lo que pienso, somos unos seres primitivos, en las organizaciones de las sociedades,
naciones, Estados. Somos eso. En todo ese sistema de organización, aunque
se haya avanzado mucho, en esencia, continuamos con las ideas, teóricas y
prácticas de griegos y romanos y cartagineses. Y, en eso estamos, hemos
avanzado formas y estructuras, pero accidentales. No hemos sido capaces de
encontrar ideas y conceptos y enunciados y preguntas, que nos lleven a una
organización racional más profunda de la realidad, del ser humano, del corazón
del ser humano…
El
empleado del coche-cama del ferrocarril que nos narra Blasco Ibañez, lloraba y añoraba por su hijo. ¡Qué sería de su
hijo! –se preguntaba con ojos con luces de brillo del agua-. No olvidemos, que
noticias buenas o malas, en aquellos tiempos, no se recibían al día siguiente,
podrían estar varios días o algunas semanas. Además de la niebla de la guerra
de Clausewitz.
Nunca
sabremos cómo terminó y vivió y existió en la vida, lo que le quedase, al
empleado del coche-cama, nunca sabremos lo que le sucedería a su hijo. Nunca
sabremos si volvió de la guerra, totalmente sano en su cuerpo, porque en su
psique y mente y alma, posiblemente no. Nunca sabremos si quizás vivió su
existencia hasta los años cincuenta o setenta o noventa del siglo anterior al
actual. Nunca lo sabremos…
Pero
me pregunto muchas veces, qué pensarían y qué sentirían y qué se dolerían
aquellas madres y padres, que sus hijos, por mil razones de la vida, se
enrolaban en las legiones romanas o en las tropas de los cartagineses… Qué
sentirían, sabiendo que sus hijos estaban en las filas de algún ejército de
alguna potencia de su momento.
Siempre
la misma historia cambia los nombres y cambian los poderes y los grandes
poderes. Pero siempre es la misma historia, una
madre ve como su hijo, sin querer, es un actor de una guerra, y, la madre solo le queda esperar
las noticias… quizás, unos días, unas semanas, unos meses, unos años, unos
lustros, unas décadas, sin saber si ha muerto o no ha muerto, si vive o no
vive, si está herido o está prisionero, si está con heridas graves o no, si
tiene nietos o no tiene…
Recuerdo
a esas madres y padres que sus hijos se marcharon a los ejércitos de Roma o de
Cartago. Recuerdo a esas madres y padres de la Rusia y Ucrania, que esperan todos
los días, con las radios encendidas permanentemente, esperando alguna noticia
–cosa que he oído el testimonio que es real-. Espero que un día exista un
monumento en algún lugar del mundo, en homenaje a las madres y padres y
hermanos y hermanas e hijos e hijas y nietos y nietas de esos que murieron con
alguna bandera en sus ojos…
¡Qué
puedo decirles y escribirles, yo, modesto articulista para consolar a esas
madres y padres y hermanos y hermanas y nietos y nietas, que saben que trozos
de sus carnes y corazones están en algún campo de batalla, de algún lugar de
este mundo, bajo una bandera ideológica u otra, díganme, qué puede un modesto
columnista decirles, para que al menos, sigan esperando con espera y
esperanza…! ¡Dime Blasco Ibañez que
le dijiste tú, al empleado del coche-cama…!
https://museovirtualcuadernosdelamancha.wordpress.com © jmm caminero (21 sept.-03 ovt. 23 cr).
Fin artículo 3.821º:
“Cuándo terminarán las guerras de y en la humanidad”.
E.
03 octubre 2023 a Galicia Digital.com. El Tambor Revista de la Gomera.es.