Artículo Periodístico 3.828º: “Gastrocultura: Zorongollo extremeño”[1].
Ocurre
que el mismo plato esencial con algunas variantes y distintos nombres, se va
extendiendo por la Península Ibérica.
El zorongollo extremeño en una de
sus variedades formado y conformado y esencializado y adornado de Pimientos
rojos y carnoso, cebolleta, tomate tipo rama, huevo, diente de ajo, aceite de
oliva, sal, vinagre, perejil y aire y fuego y agua…
En estas décadas, que podríamos
expresar como las de la interrelación, creamos puentes entre conceptos, entre
conjuntos de conceptos, entre áreas y saberes, y, así, podemos encontrarnos
escritos sobre gastronomía y filosofía, gastronomía y arquitectura, gastronomía
y urbanismo y, todas las islas del saber y, se crean acueductos y vías y
caminos entre saberes…
Me gusta comentar platos de la
comida típica de estos terruños que nos han hecho y nos hemos hecho. Aquí en
este caso, el misterio del pimiento y del huevo cocido que al final lo adorna.
Todas las variedades de los alimentos esenciales, el pimiento y el huevo. Con
ambos, según la preparación y según el embellecimiento se crean, esencialmente,
un enjambre de platos. Después, se les ponen nombres diversos. Es la constante
evolución del gusto y del bolsillo. De lo que se siente bueno al paladar y a
los ojos, y, lo que las monedas del momento permiten, en ese hogar o conjunto
de personas bajo un mismo techo…
La vida es una paradoja, en un
extremo los grandes paladares de grandes bolsillos, y, en el otro, paladares
que solo desean encontrar algo para ese día, y, así les permita llegar al día
siguiente. La gastronomía popular, son esos platos que están en medio. La que
ha intentado refinar durante generaciones o siglos, lo que se tiene en la
geografía –geogastronomía- y paisaje –gastropaisaje- del lugar, lo que es
económico, para poder permitir sobrevivir, pero al mismo tiempo ofrecer, que
sea y esté bueno a los ojos y al paladar y al estómago y permita vivir y
sobrevivir otro día.
Al final, todas las revoluciones
se hacen porque las calderas del estómago no tienen suficientes ingredientes
para seguir al alba siguiente, porque las madres-padres perciben que no pueden
alimentar a sus hijos o nietos, o porque pueden caer en indignidades. Siempre
hasta ahora, así es y ha sido, este es el fuego esencial de las revoluciones.
El color y el nombre que tengan, las ideas, depende del momento, pueden ser
políticas o económicas o sociales o culturales o religiosas. Pero eso son las
banderas que se enarbolan para llevar una cantidad de energía alimentaria al
estómago. No nos engañemos, las revoluciones las crean el hambre…
De ahí, si alguna vez, un pueblo
o sociedad o cultura es capaz de crear comidas alimentarias y nutritivas muy
económicas. Que sean posibles alimentar y alimentarse toda la población. En ese
momento las revoluciones se reducirán, se paralizarán, se detendrán, al menos
durante varias décadas. Mientras tanto, esos alimentos básicos, se irán que ir
preparando de formas diversas y diferentes, para degustar casi lo mismo, pero
presentarlo de mil modos y mil maneras…
Esta comida o plato o fogón de
los pimientos rojos y adornados de huevo cocido. Imaginen todas las
posibilidades de combinar huevos y pimientos. De mil modos y de mil maneras. Y,
ponerles distintos nombres. Y, darles distintas preparaciones en los platos,
distintos diseños, distintas formas y distintas estéticas…
En algunas variedades de
zorongollo al finalizar los presentan con trozos de huevo cocido y con sardinas
o sardinillas al aceite.
El milagro de las comidas típicas
y populares, es que se pueden ir dando variedades, dependiendo de las
existencias del momento y del lugar y del tiempo y de la estación y de la
cartera de la familia.
Intentar que las comidas típicas
y populares, de generaciones o siglos, sean grandes manjares, que lo son. Sino
que sean percibidos y pensados como grandes manjares de la alta cocina. Es,
diríamos, uno de los fines de estos modestos artículos de ochocientas palabras.
Es convencer y vencer la resistencia interior de la poca autoestima hacia lo
popular que arrastramos siglos. De ser conscientes, que lo pequeño puede ser
grande, lo tradicional que ha venido rodando durante generaciones puede ser
grande, es de alguna manera, ir quitando el complejo de inferioridad de
personas, grupos, colectivos, comarcas que viven y existen en una vida
sencilla, con alimentos sencillos y con comidas sencillas…
La comida como una de sus
finalidades es proporcionar paz y esperanza y una sonrisa, cosas que tanto
necesitamos. Paz y esperanza y una sonrisa del estómago y del corazón. Y, esta
comida típica, el zorongollo, -que bien nos podrían indicar de dónde viene
dicho nombre-, nos lo puede proporcionar…
http://filosliterarte.blogspot.com.es © jmm caminero (27 septiembre-03 octubre 2023 cr).
Fin artículo 3.828º:
“Gastrocultura: Zorongollo extremeño”.