Artículo Periodístico 4.626º: “Hablaban de realidad radical y Julián Marías”.
En
tiempos pasados se hablaba y escribía mucho de la realidad y de la realidad
radical. Pero debo confesar que nunca he sabido bien lo que es eso de radical
aplicado a la realidad.
La
realidad es múltiple, existen millones o billones de realidades y de cosas en
la Naturaleza, solo en este planeta. Existen miles de millones de seres humanos
en este planeta, ahora vivientes y coleantes y respirantes. Se ha dicho que de
nuestra especie ya hemos llegado a ser o estar en este mundo ciento veinte mil
millones. Existen billones o trillones de actos humanos que realizamos cada
semana o cada día –bueno es que algún experto en algo, matemáticas o ciencias
sociales, nos indique aproximadamente cuantos actos humanos hacemos, igual que
sabemos cuántas fotografía se realizan cada día y cada año…-. Pero no sé lo que
es la realidad radical o la radical realidad. Ya sé, que es eso de mirar la
raíz, la radicalidad de la raíz, pero si miramos bien, tomar un chocolate con
leche, mirando el mundo y el interior, un acto pequeño, puede ser y es también
una realidad de raíz, un yo y su circunstancia, del maestro de Julián Marías, que fue Ortega…
Puedo
entender y comprender que existen realidades, que cambian la vida, si alguien
tiene un accidente grave en la carretera, pues habrá un antes y después; si se
casa una persona, sucederá lo mismo; si termina en un calabozo le condicionará
el existir antes y después, y, mil otras realidades, eso a nivel individual. A
nivel colectivo es obvio y evidente, que suceden acontecimientos que
condicionan la vida de muchos: una catástrofe natural, el estallido de un
conflicto armado, un golpe de Estado, y, mil otras realidades.
Pero
la vida está hecha de cientos de cosas que hacemos cada día –no digo, las cosas
que pensamos o sentimos o deseamos cada día, sino las que hacemos-. Y, yo creo,
que nos influyen, nos cambian, nos ponen un metro y un hito y una capacidad y
una espera distinta. Hacer este modesto artículo es un pequeño gesto, no es
comparable al fallecimiento de tu progenitor o progenitora. Es más, la
redacción de este artículo, dentro de unos meses, no me acordaré de él. Pero en
estos momentos es importante.
Son
esas pequeñas cosas que pueden influir en uno mismo, aunque poco, quizás en
otros, aunque poco. Alguien pone un café, si lo hace con agrado o desagrado es
importante. Recuerdo, ahora un político de importancia en una región, que en
una entrevista contó, que hace ya décadas, llegó a una cafetería, e iba aterrido
de frío, y, quizás con enorme angustia, y, que el camarero o dueño le puso el
café y no le cobró dinero. Leí esta declaración en una entrevista hace muchos
años, y, cuándo veo por televisión al político o en la prensa, regional o
provincial, rara es la vez, que no me acuerdo de ese acontecimiento o realidad
que le aconteció y que él mismo contó.
Me
he encontrado hoy, con el gran pensador y filósofo y ensayista y articulista Julián Marías Aguilera (1914-2005),
otro que merece que salga ya del purgatorio de los escritores y pensadores. A
veces, pienso que en mi sociedad y país, somos expertos en enterrar carreras
culturales y en olvidar famas y notoriedades, cuándo deberíamos dedicarles
monumentos, esculturas, plazas, placas, calles, -tiene alguna Julián Marías en
Madrid o en Valladolid o en algún otro lugar de este terruño-, según el
fragor/aceptación de todas las voces –copiar en esto más a los franceses, que
reivindican a sus genialidades y maestros de la cultura y del saber-. ¡O, al
menos una Fundación dedicada a padre e hijo…!
Bueno,
me he encontrado con un artículo titulado: La radicación de la ilusión, -no
conozco fecha, no sé periódico o cabecera-, hace ya cuatro décadas, que como
tantas veces trato y tocó, nos habla del ser humano, de las realidades humanas,
en esa mezcla de su pensar entre antropología cultural y antropología
filosófica y filosofía cultural antropológica. Esos matices y frases que nos
insertaba como en una ensalada que eran proverbiales.
Julián Marías, creo que no ha sido bien tratado,
ni por unas generaciones, ni por otras. Su hijo, creo que con razón, Javier Marías, indicó alguna vez, si mi
memoria no me falla, que su padre merecía algún premio, de esos que se dan a
las carreras totales, algún gran premio de la cultura en esta Piel de Toro, siempre a trozos y
rasgando los corazones de tantos. Hasta dónde sé, dicen, que Ortega y Gasset, no lo valoraba lo
suficiente, después en la famosa postguerra tampoco, tuvo que migrar a
universidades extranjeras, después en el demos de la democracia, si no recuerdo
mal, padre en Cortés, de los cambios, después tampoco fue tratado como
correspondía. Creo que sobre Julián
Marías ha caído un velo de semihierro silencioso. Creo que merece tener más
presencia en nuestra cultura y Cultura, cuándo respiraba y ahora mismo… (Hagan
un Congreso sobre pensadores de la segunda mitad del siglo veinte en nuestro
terruño y recuperen a varias docenas que duermen en el silencio…).
La
vida humana, es muy simple y muy compleja al mismo tiempo. Creo que necesitamos
nos aporten pequeños trozos de luz, otras personas, pensadores o no. Julián Marías en esos artículos que
hacía, de cualquier tema o de cine, nos mezclaba con realidades humanas y
culturales, grandes dosis de observación, grandes dosis de experiencia, y, grandes
dosis de conocimientos de ciencias sociales, de su época, y de filosofía, y,
metafísica y metafísica antropológica.
Es
triste, resulta triste que una cantidad tan enorme de filosofía expresada en
columnas periodísticas, hecha por Julián
Marías, como lo hizo también Ortega,
Unamuno, D´Ors, Aranguren, y, tantos otros, hoy, hoy apenas se aprovecha,
es como tener la “catedral de León a cien metros de tu casa, y, en cuarenta
años, no haber pasado nunca a visitarla, contemplarla, meditarla,
reflexionarla, pensarla y pensarte en ella…”. Paz y bien.
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Fin artículo 4.626º:
“Hablaban de realidad radical y Julián Marías”.
E.
29 dic.