Artículo Periodístico 3.433º: “El pequeño o gran lugar que nos hace”.
Cada
ciudad, cada aldea, cada pueblo tiene unos lugares a los que cada persona
vuelve y desenvuelve y revuelve. De alguna manera se hace en ellos.
Da lo mismo, sea la plaza de tu
aldea, sea una gran avenida en las grandes ciudades símbolo de Europa o del
mundo, sea tu ciudad de nacimiento o sea de residencia o sea de visita. Existen
lugares que se unen a nuestra mente y conciencia y recuerdos. Allí, volvemos,
de vez en cuando, todos los días, si es tu pueblo y plaza de pueblo, como en Argamasilla de Alba, que mis coetáneos
de la tercera edad, van en bicicleta y se vuelven en el mismo transporte y al
lado de la iglesia parroquial, miran el mundo, rememoran su mundo.
Da lo mismo sea la ciudad a la
que visitas periódicamente, o sea el lugar de la segunda residencia, aquí, en
el interior de la meseta, desde hace lustros, ha sido un viento aumentativo en
cantidad y calidad, de si pueden tener una segunda residencia para mojarse los
pies en la arena. Diríamos, que es para ellos y ellas, el mayor descanso del
espíritu.
Hablamos de lugares públicos, no
el castillo interior de la vivienda, sea la primera o la quinta residencia,
según los bolsillos de dólares, en una ciudad o en varias, en un Estado o en
varios, según los menesteres de las buenas finanzas realizadas durante tu
existir adulto o la multiplicación o disminución de la herencia…
También existen ciudades del
sueño o de la imaginación. Algunos, pueden tener Jerusalén o Londres o Nueva York o, existir en algún lugar de Suiza
–que hasta ahora se van salvando de todos los conflictos armados-. Pero está
tan lejos de la Mancha, y tan lejos como posibilidad real, que todo es un sueño
improbable…
Nos narra el eminente escritor y
articulista Arturo
Pérez Reverte, que su lugar y sueño, cada vez que visita Roma, desde hace décadas, es la plaza de la Rotonda,
allí, lee y mira y admira y medita y escucha el ruido de los visitantes, allí
siente el mundo, podríamos indicar como se mueve y como se paraliza (Milagro
en el Panteón, publicado en El Semanal, día 10 de septiembre del
2006).
Puede que usted no tenga una
habitabilidad-lugar público en el que pueda ser-estar durante horas, observando
su interior o su exterior, puede que usted o yo, no estemos situados en algún
lugar de Venecia, Roma, Berlín, París,
Londres, Nueva York, o, quién sabe, -tantos y tantas en los años sesenta
fueron buscando la salvación al Extremo Oriente, tantos y tantas se quedaron
paralizados en aquellos lugares, bien merecería un reportaje periodístico y
entrevistas a aquellos que migraron buscando la esencialidad de su espíritu, de
aquellos que ya no volvieron buscando sabidurías antiguas, y, olvidaron que al
lado de su casa tenían a Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, y, tantos otros
y otras, que tienen tanto saber o más, que los lejanos orientales…-.
Usted, puede encontrar ese lugar,
al lado de su casa, quizás, unos cientos de metros, quizás un par de
kilómetros, y, visitar y pasear y sentir, algo de dentro de su corazón, algo de
fuera de su alma. Quizás, pueda tener su lugar, en una ciudad, que esté a cien
o trescientos mil metros de su vivienda, sea en Toledo, Sevilla, Valencia, Tarragona, Bilbao, Cuenca, Salamanca,
Burgos, León, Santiago de Compostela, Santander, Jaén, Cáceres, Almería, Cádiz…
¡O, la que usted desee…!
Allí, ese lugar cercano o medio
cercano, vaya o todos los días, o algún día a la semana, o alguna tarde cada
dos meses, allí, se siente/sienta, en un banco o en una mesa con camarero, y si
le permiten, y no le retiran el vaso vacío, para que consuma otra
realidad-cosa-entidad, allí, pueda usted memorizar y rememorizar y recordar y
acordar consigo mismo, algo de su existir. Algo de su alegría y de su pena y
algo de su felicidad y de su angustia… Somos seres con neuronas. Y, no sabemos,
todavía lo que es el cerebro/encéfalo/sistema nervioso central, no sabemos lo
que somos en nuestra mismidad. Sabemos y conocemos, como hacemos y rehacemos y
realizamos cosas y recosas y actos y reactos y acontecimientos y
reacontecimientos. Estamos insertos en esa columna del mundo… pero necesitamos
encontrarnos y reencontrarnos a nosotros mismos. Sin irnos a paisajes a miles
de kilómetros, sino en el sillón de nuestro comedor o en la silla de nuestra
terraza, o en el banco de la plaza del pueblo…
Cuando nos levantemos de nuestro
omphalos-centro del mundo, puede que no tengamos un monumento de dos milenios,
pero puede tener un siglo o cincuenta años o trescientos. Podemos visitar sus
aires dentro o sus jardines fuera. Podemos intentar entender y comprender el
misterio del mundo. Que es en definitiva el misterio del hombre, y, en parte
ese negocio del hombre con el Buen Dios. Estar y ser en la mesura de nosotros
mismos. Y, esperar las lluvias y tormentas y los calores y las nieves y las
noches y los soles que nos vendrán, irremediablemente. Tendrán un nombre o
tendrán otro, pero siempre vienen y devienen. Paz a todos, paz desde el
interior, paz desde el exterior…
http://filosliterarte.blogspot.com.es © jmm caminero (07-15 febrero 2023 cr).
Fin artículo 3.433º:
“El pequeño o gran lugar que nos hace”.
E. 15 febrero