Artículo Periodístico 3.424º: “Paseando en/por la Mancha, Ciudad Real y, III”.
Hay
que mirar y percibir no solo con los ojos, sino con la mente y la conciencia,
con el alma-espíritu, para ir entendiendo lo de fuera y lo de dentro…
Una aldea o pueblo o ciudad o
megaciudad es un gran teatro que nos enseña algo de lo que somos, algo de lo
que no somos. Pero tenemos que aprender a mirar y remirar y “mismirar”. Es ir
descifrando el laberinto de personas y de cosas y de aires y de suelos y de
sueños y de ideas. Somos un alquitrán y conglomerado de tantas realidades,
formando una unidad, una constelación de sueños y despertares y de esperanzas y
de presentes y de alegrías y de temores. Todo eso somos. Somos esa materia con
espíritu biológica que llevamos varios millones de años, dicen que dos,
evolucionando de una especie en otras. Ahora, en el horizonte está el huracán y
la esperanza y el temor y la alegría de la IA, Inteligencia Artificial que nos
transformará hasta el tuétano de los huesos…
La ex-casa del Conde
de la Cañada, solo han quedado las piedras del exterior, como un
recinto de un teatro mirando la calle. Paseamos por dentro de su entresuelo o
soportal, pequeño, por fuera, y, tantas veces, hemos mirado el silencio y
resilencio y el ruido y el reruido de ella, que no nos fijamos lo suficiente.
Pero en su tiempo fue símbolo de realidad y de poder. Vamos atravesando los
estratos del tiempo. Mirar lo pequeño como grande, mirar lo del pasado como
presente. Quizás, eso sea la poesía de la tarde y del amanecer, ese verso que
llega desde el corazón y besa piedras y vientos y flores y ojos…
Villa-Real es una
tarta de edificios de distintos estilos, tachonados como diamantes algunas
realidades antiguas, todo se ha ido cambiando, las casonas y casitas de adobe y
pintadas de azul, por edificios del modernismo de acero o ladrillo o cristal.
Desde el exterior aire y cielo, un recinto ovoide, que las Rondas muestran el
antiguo caminar de la muralla. Este país lleno de castillos y de murallas.
Símbolo y señal y signo de lo que hemos sido, y, que quizás, todavía
continuemos siendo en el inconsciente, siglos de desavenencias y de dialéctica
y de encuentros y desencuentros, de tantas formas y de tantos grados, tantos reinos
en este solar, de una cultura o de otra. Siempre estando en el mismo patio de
la Península luchando/bregando/respirando entre los mares de las realidades. No
sabemos lo que somos, porque lo que somos es tan complejo. Nos hemos
acostumbrado a dormir con el misterio y el enigma, y, ya quizás hayamos
claudicado, quizás, ya no deseemos conocerlo o entenderlo o comprenderlo o
asimilarlo.
Eso, ese es el fin de este
regimiento de palabras, intentar que volvamos a despertar, a querernos y
estimarnos a nosotros mismos, en este paisaje. En otros lugares existirán
playas y arenas y bípedos y bípedas con trajes menguados, donde la sensualidad
brilla en las tardes y mañanas, pero aquí, en estas tierras lanzadas al
espacio, rectangulares y alargadas, tenemos el espíritu, tenemos el espíritu de
la realidad, la ascética y la mística de la realidad. Somos descendientes,
tenemos calles y casas como las antiguas ciudades de Mesopotamia, como las
antiguas ciudades griegas, como las romanas y su imperio, como tantas interpretaciones
del mundo han ido pasando por estos lares y viñares y olivares y trigales…
Toda ciudad medieval, tenia
murallas, y tenía alcázar/Alcazar que es en definitiva una ciudadela o un
castillo dentro del interior de un grupo de habitabilidad. También nuestra
ciudad y lugar tuvo Alcázar… que ha quedado un resto de puerta, que en estos
meses últimos se ha ido adecentando siguiendo las estéticas internacionales…
todo lleno de suelo de piedra, rodeado de algunos jardines… A semejanza como
nosotros olvidamos, adrede o no adrede, realidades del pasado, las ciudades son
corazones que recuerdan y olvidan. Pasan generaciones, se van construyendo
laberintos y piedras en alto, y, también historias y recuerdos y teatros de
palabras y personas que con sus corazones y almas lo van habitando. Pero
también se van olvidando, se destruyen los ladrillos y los cimientos, y se
destruyen los papeles y los archivos y van durmiéndose los sueños de seres que
en diez o treinta o cien años, recorrieron estos silencios y ruidos de orquestas
y sinfonías de las calles. Que tuvieron un lugar o papel social o cultural o
biográfico o familiar, y, después, ni sus tataranietos se acuerdan de sus
nombres. Olvidamos porque olvidamos, olvidamos porque no podemos retener tanto,
también porque deseamos olvidar… A unos les echamos fotografía para recordar, a
otros no queremos hacerles la fotografía para no recordarlos… No solo existen
censuras de los Estados y de los poderes, sino también del pueblo con el
pueblo, de y de…
Los habitantes y viajeros y turistas
y residentes y nacidos y habitadores necesitamos la energía, que llamamos
alimentos y platos y cazuelas. Nadie que venga una mañana o un día o una semana
debe dejar de mirar en la sinfonía de gustos y sabores: pisto manchego, gachas manchegas, caldereta de cordero, asadillo
manchego, migas manchegas o migas del pastor, duelos y quebrantos, tojunto,
tiznao, mojete manchego, berenjenas de Almagro, ropa vieja, sopas vueltas,
ensalada de limón, pan de Calatrava, tortas de Alcazar, bizcocho manchego, bollos
de aceite, mantecados, flores manchegas, y tortilla manchega que será un
producto que la Academia Gastronómica de la Mancha podría hacer un concurso
para definir, para inventar, para diseñar, porque al final, también se pueden
inventar comidas. Y, esta última no existente o si existente la propongo…
porque el presente siempre es mirar el pasado pero inventar el futuro… (Si
existe una tortilla manchega, que se autotitula de algunas maneras, tortilla de
patatas en caldo, tortilla con patatas y huevos con láminas de queso, tortilla
manchega con lo tradicional más trozos de chorizo, tortilla sin huevo con
patatas y ajo mulero…).
Si expongo todos estos platos,
que todos los que habitamos conocemos y reconocemos, a enteras y a medias, es
para que seamos conscientes, que tenemos que recorrer piedras pero también
sabores. Nosotros a nosotros mismos, tenemos que estimarnos también en los
vegetales y carnes y dulces, que han ido recorriendo estos lugares, quizás
desde siglos o milenios. Porque siempre queda algo de lo antiguo, quién sabe de
dónde y de cómo que se ha ido transformando…
¡Cuándo llegará el tiempo que en
la Mancha, nos estimemos y queramos y amemos más a nosotros mismos, como
individuos y como colectivos, cuándo llegará…! ¡Otro día seguiremos con otras
historias…!
http://twitter.com/jmmcaminero © jmm caminero (28 enero-15 febrero 2023 cr).
Fin artículo 3.424º:
“Paseando en/por la Mancha, Ciudad
Real y, III”.
E. 15 febrero