Artículo Periodístico 4.085º: “Los floreros y la evolución de las palabras”.
El lenguaje y la lengua es
creatividad, van cambiando a lo largo de las décadas. Unas palabras más que
otras. Van adquiriendo nuevas significaciones.
No es un artículo literario de
opinión el lugar de análisis exhaustivos filológicos y lingüísticos y
fonológicos y semánticos, pero algo de todo ello, tenemos que insertar, igual
que mezclamos algo de antropología o psicología o sociología o política o
historia o geografía o filosofía o metafísica o matemáticas. Todo eso es lo que
combinamos y mezclamos, una vez y otra, mezclando y combinando significantes y
significados.
El que se acerca a beber o sorber
palabras de una columna periodística, sabe que recibirá, no un tratado sobre un
tema, sino pequeñas pinceladas impresionistas sobre una temática o cuestión. Un
algo que necesariamente usted debe completar y complementar y añadir y quitar y
sorber y resorber.
Una de esas palabras o cosa o
realidad o ente, es el de florero. Un objeto que en todas las casas existía
hace años, lleno de flores, y que ahora, quizás, ha quedado como cerámica, pero
no siempre lleno de flores, suponemos que en las altas casas de las clases
medias altas para arriba, todavía recibirán flores de verdad, en otras, de
tela. Antes, hace décadas en todas las casas había floreros, aunque sean con
flores de plásticos, se vendían una gran cantidad de ellas, existían muchos
modelos y diseños y formas y colores. Suponemos e imaginamos que la mayoría de
personas que vivían en ciudades y barrios de ciudades eran oriundos del medio
rural, y, era lo que les recordaba en sus inconsciencias de sus pueblos,
hubiesen sido buenas o menos buenas –me estoy refiriendo a esos años sesenta y
setenta del siglo anterior-.
La palabra florero de vegetación
y adorno y flores y estética pasó después a ser aplicada a personas,
mujer-florero, hombre-florero, con significados y significantes, a mi entender
no bondadosos en muchos casos, no estéticamente propicios, ni halagüeños, ni
misericordiosos, ni piadosos… al aplicar esa palabra-adjetivo a una persona, se
le estaba denigrando de alguna manera. Y, cada persona es y tiene una dignidad
enorme/ilimitada, sea en la interpretación kantiana, del concepto de dignidad
humana, sea en la concepción monoteísta de las religiones, toda persona tiene
alma-espíritu inmortal, -algo que solo ha sido creado por Dios, y, en eso, todo
el mundo, todo el mundo tiene la misma y esencial igualdad, todo el mundo es y
tiene el mismo valor…-.
Los humanos llevan el dolor en
sus labios y en sus ojos, también sus alegrías y sus felicidades. Encontrar ese
equilibrio que el dolor no doble la espalda de los hombres, y, que las alegrías
no les lleven a las torres de la soberbia. Ese proceso es lo que todo ser
humano tiene que ir intentando domesticar, que en tiempos difíciles, nadie
quede hundido en la tierra y el polvo, y, en tiempos de glorías, nadie se crea
superior a nadie. Porque al final, todo el mundo, es superior en algo a los
demás, todo el mundo es inferior en algo a los demás, todo el mundo, en casi
todo está en el medio como todos los demás…
Pero los floreros también nos
enseñan, que la realidad humana es polivalente, todo o casi todo es un objeto o
un ente, que a su vez, tiene significados antropológicos, psicológicos,
sociales, culturales, religiosos diversos… todos nos llevan a una historia
individual y colectiva y personal, todos nos arrastra a un conocimiento de
nosotros mismos si nos fijamos. Todo es simple y es complejo. El florero nos
puede enseñar que al lado de usted, todos los días, en su casa o en la calle,
atraviesa cientos de objetos o de entes, que no damos importancia pero que
están con nosotros. Un determinado reloj, un botijo, una tresillo, una docena
de copas de mayor o menos calidad estética o valor económico…
Vivimos con cientos de entes que
denominamos objetos. Los objetos nos completan y complementan, los objetos y
las cosas y los entes nos hacen ser y estar en el mundo.
El grave problema es cuándo no
somos conscientes, y, por nuestros intereses, convertimos a los otros, personas
como nosotros en objetos. No es el peligro cuándo a los objetos los tratamos
como objetos, como cosas o como entes, con más valor o menos a y en todas las
dimensiones. El gran problema es cuándo al otro, digamos la palabra o no,
cuándo al otro, lo tomamos como objeto, cuándo al otro lo tomamos como florero
o a la otra. Ese es el gran drama de nuestros tiempos, hoy, nadie diría que una
mujer es una mujer-florero o un hombre es un hombre-florero, pero hoy, lamento
decirlo, hoy se tratan a demasiadas personas como mujeres-floreros y como
hombres-floreros.
Es nuestro drama, un alto nivel
moral en las Constituciones Legislativas, pero en la práctica diaria y
rutinaria, nos saltamos, demasiadas reglas morales y éticas de la moralidad
natural descubierta hace siglos o milenios. La moral natural que es el
antecedente de los derechos humanos nos los saltamos cuándo queremos… pero
siempre utilizando grandes razones que son erróneas falacias y sofismas,
erróneas casi siempre…
http://youtube.com/jmmcaminero © jmm caminero (21 febrero-04 marzo 2024 cr).
Fin artículo 4.085º:
“Los floreros y la evolución de
las palabras”.
E.
04 marzo