Artículo Periodístico 4.027º: “Los actores aparecen, los actores desaparecen”.
Antes
en las ciudades, en los que se iba de un lugar a otro, andando, no en vehículos
privados o públicos veías como unas personas las encontrabas de una forma
constante.
Según la hora y el día, casi
siempre percibías a un número de personas constante. Que aunque no las
conocieses de verlas por la calle, terminabas, conociéndolas, sus formas de
vestir o de andar, o, incluso terminabas por saludarlas. Ahora, ya sabes quién
va con la oreja al artilugio inventado hace unos lustros y hablando con alguien
a mil kilómetros, pero no mirando la realidad del exterior, ni la realidad de
su interior. No sé si ahora olvidamos nuestro corazón…
Unos, iban a casi las mismas
horas a la compra, otros al trabajo, aquellos de descanso de la plaza del pueblo.
Iban y venían, íbamos y veníamos. Pero esta situación ha ido cambiando, cuándo
las personas empezaron a trasladarse en vehículos privados, en vehículos
públicos. Pero incluso en estos medios, las personas, casi las mismas
coincidían en una hora aproximada en los parking, o en los autobuses de camino
hacia las escuelas, universidades, trabajos…
Me dicen, los que habitan las
grandes ciudades, que este fenómeno también sucede en metros y autobuses, que
si asciendes por sus vientres, casi siempre a la misma hora, te encuentras las
mismas personas que van al trabajo o vienen del trabajo, excepto los días de
fiesta que los horarios van cambiando. Por tanto, este fenómeno sucede en casi
todas las ciudades, pueblos, lugares de habitabilidad. Porque los humanos tienen
que seguir una rutina, un horario, una manera de ser y de estar en el mundo…
En las localidades medianas y
pequeñas, que todavía una serie de personas caminan por los estrechos
rascacielos de sus ciudades. Pues existe un fenómeno, durante diez o treinta o
cincuenta años, ves por la calle a una serie de personas, a una hora o día más
o menos fijo, o a distinta, pero de la noche a la mañana, es como si
desapareciesen. No sabemos, lo que ocurre, dejas de verlas por las calles. A
unas personas, las veías y las conocías de verlas, una vez cada semana, a otras
casi todos los días, a otras, una vez cada mes… Con unos coincidías en un bar o
terraza o en un establecimiento equis o zeta…
Pues este fenómeno se rompe, no
sabemos lo que ocurre, aunque solo disponemos de tesis imaginarias: se han
cambiado de ciudad por trabajo, se han cambiado de barrio de vivienda, se han
cambiado de trabajo, se han jubilado, se han ido a vivir a otra ciudad cerca de
sus hijos, se han ido a sus casas y apenas salen porque las enfermedades
producen sus efectos, se han ido a la segunda residencia el calor de la playa,
se han ido al Otro Barrio y ya saben si existe Dios…
Es curioso, nosotros modestos y
grandes seres humanos, seres humanos con carne y mente y alma, nosotros que
ocupamos un espacio y un tiempo, llega un momento que dejamos de ser actores de
la vida de la ciudad, pueblo, aldea, lugar. Llega un momento, que por una razón
o por otra, nosotros que podemos ser actores, somos considerados por los otros,
de primera o de quinta en ese lugar, dejamos de ser y de estar. Todo ser
humano, todo ser viviente, ocupa un espacio y un tiempo en este mundo, durante
una unidad de tiempo, diez o noventa años… Esta es la realidad. Pero después,
como en las obras de teatro del clasicismo español, después de estar un tiempo
en la escena, de entrar y salir varias veces de las tablas, dejas de salir…
Esta es la realidad humana de momento.
Es cierto, también es cierto,
debemos aceptarlo, que parte de nuestras acciones quedan en el mundo. Siempre
recuerdo los que hicieron el puente de Alcántara, sea de Toledo o en
Extremadura, algunos serían esclavos, otros legionarios romanos, otros
contratados de aquellos lugares, otros siervos. No conocemos sus nombres, pero
su obra, el puente, ha quedado siendo usado durante siglos. Nunca pensarían que
sus obras durasen tanto tiempo. Sus acciones quedan.
Creo que muchas de nuestras
acciones quedan, tienen ecos en otras personas. Si realizamos actos buenos
quedan en otros, tienen ecos, y, como esos puentes, pueden favorecer o
perjudicar a otras personas. Los actos malos también tienen repercusiones en
otras personas. Puede que alguien que no haya tenido gran color en la sociedad,
que haya ejercido, como la mayoría oficios modestos, quién sabe ha influido a
una o a cientos de personas de forma positiva. Los actos quedan, pueden que los
actores desaparezcan, pero las acciones quedan… Es el misterio de la vida.
Cuánto y cómo es un misterio y un enigma que los ordenadores cuánticos nos
dirán.
Pongamos por caso, este modesto artículo,
que será leído o visitado por unas docenas de personas. Espero que sea un acto
bueno, este artículo sea en sí, una acción y un acto bueno, bueno en los varios
sentidos, de eficiencia y de bondad. Bueno, pues estas palabras, puede que a
alguien le haga consciente, que sus acciones tienen repercusión, mucha o poca,
en sí y en otras personas… Y, sea consciente, que él o ella como actor, tienen
importancia, que no es lo mismo, tenemos la experiencia, que “te sirvan un café
o un chocolate con leche con agrado o con desagrado”.
Hagamos bien y con bondad, la
representación del teatro, nos podría decir, el maestro y genial Calderón, con dignidad y honestidad,
así mientras que estemos en la escena, haremos nuestro papel, con eficiencia y
moralidad. Y, nos daremos cuenta que incluso las sonrisas pueden influir en los
otros seres humanos de forma positiva. Y, cuándo ya no estemos en la escena de
este teatro y representación, tengamos el corazón en sosiego, sabiendo que
intentamos hacer el bien y el bien con buena voluntad, aunque solo hayamos sido
y tenido el papel de tenderos o camareros o escribientes de columnas
periodísticas…
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Fin artículo 4.027º:
“Los actores aparecen, los actores desaparecen”.
E.
29 enero