Artículo Periodístico 4.272º: “Volando por Alcaraz y, II”.
Alcaraz llave
de España y… que está blasonado en su escudo y en su sello y en su alma. Esta
Hispania tan larga de avatares, este lugar que se abre al horizonte de lo viejo
y de lo nuevo.
En
todos los pueblos y ciudades y lugares, nos dicen que las piedras nos hablan de
su pasado. Pero las piedras solo hablan a medias, tienes que buscar documentos
e historias y personajes, y, entonces las piedras sedimentarias o calcáreas
empiezan a contarnos historias. Es como los hombres de carne y hueso. Todos los
hombres nos hablan solo por su presencia, pero hasta que no abren sus bocas y
sus lenguas y sus labios y empiezan a narrarnos sus sueños y sus heridas y sus
alegrías, no somos capaces de encontrarnos y conocerlos en algo. Porque los
hombres no se conocen, totalmente a sí mismos, por tanto, no podemos conocerlos
totalmente nosotros a los otros y en los otros.
Un
lugar o pueblo o aldea o ciudad es como un enorme teatro que se está moviendo,
vienen los retoños al nacimiento de su primer aire, en esos lugares, algunos se
marcharán, otros se quedarán, pasará un cuarto de siglo, pasará medio siglo, y,
vendrá otra nueva generación. Un pueblo es una oleada de generaciones, en el
mismo lugar, se juntan y se unen varias. Las campanas de las iglesias suenan en
los bautizos, una nueva ola está llegando, las campanas de las iglesias suenan,
una nueva oleada se está marchando a la eternidad. Ese es el viaje.
En
medio, muchos habitantes, se han marchado a otras capitales, a otros lugares,
para vivir y sobrevivir, y, quedará en sus recuerdos y en sus almas, aquellos
caminares de joven por sus piedras en el suelo, por las sombras de su piedras
verticales a su costado. Porque llegan los inviernos y los veranos y los otoños
y las primaveras también a y en Alcaraz, siempre mirando y remirando dentro de
un bosque de árboles y de alturas, de monte y piedra natural, sin orden que es
la naturaleza, con vegetales arbóreos que aspiran a la metafísica del cielo, y,
con líquidos que brotan por las costuras de sus costados recorriendo con sonido
y claridad esos tiempos, el agua eterna y anónima y silenciosa en su pequeño
ruido…
Estar
en el lugar de la plaza mayor, cuándo el sol acaricia las dos torres, y
proyecta su sombra en los muros del suelo del lugar, como si dos amantes
aspirasen a unirse y no encuentran casi nunca ese beso. Esperando que la luz
del sol se vaya moviéndose hasta que se unan en el abrazo de aquel día, y,
durante un tiempo estén hibridándose en las sombras del aire, hasta el día
siguiente. Todo pueblo está lleno de corazones, con sus dolores y sus heridas y
sus alegrías y sus felicidades. El pueblo es el gran teatro pequeño de cada
uno.
Aquí
el bachiller Sabuco, precedente y
precursor de tantos, de tantos que aman las letras, que durante siglos han
amado las letras, que han redactado textos, que conocemos sus títulos, y que
pocos leen, salvo de las miradas de los superexpertos. Siempre me digo, todas
las bibliotecas locales, que ya existen en todos los lugares, tendrían que
tener algunas baldas con las obras de sus autóctonos que hayan nacido en esos
aires, o que hayan habitado esos vientos. Porque es una manera y forma de
entenderse y conocerse y quererse mejor y más adecuadamente y más
profundamente. En la mancha de la Mancha, tenemos un defecto, no nos queremos
lo suficiente, no queremos las piedras y los aires que nos rodean lo
suficiente…
También
Simon Abril, otro lingüista y
traductor de lo clásico al romance de lo español o castellano. Siempre hemos
estado en estas tierras, no solo con las polémicas de las religiones y las
culturas y las civilizaciones y las ideologías y las sociopolíticas y los
vestidos y los templos, sino también con las lenguas, las batallas de las
lenguas. Siempre parece que estamos condenados a que las palabras se peleen
entre ellas, otras épocas se medio entienden, y, en otras se toleran y en otras
se soportan y en otras se olvidan, pero mientras tanto las palabras también
caminan por lo espacios y tiempo y se van modificando y van cambiando como los
árboles y las nubes y las piedras... Esta es nuestra historia, es el guión de
nuestra historia...
La
cultura en muchos sentidos es copiar unos de otros, si un pueblo hace un
monumento a los pájaros que vuelan, el de al lado, lo imita y lo hace a las
gaviotas. Hubo en estos lares y lugares fama de tapices y alfombras, llamadas
de Alcaraz. Siempre me he preguntado, si cosas y realidades y creaciones que
florecieron en el pasado, no podría volver a resucitar de los ojos del tiempo.
No se podría empezar y seguir y continuar con pequeños experimentos e intentos
y búsquedas. Siempre he pensado que se crió seda en toda la Mancha hace siglos,
porqué no se puede volver a ello, en algún lugar. Evidentemente es opinión de
alguien que es un lego en estas temáticas. Los articulistas somos seres de la
sensibilidad hacia lugares y cosas y palabras y corazones, pero no podemos
entender de todo y en todo.
No
podemos irnos sin saborear el olor y el sabor y el color y el gusto de la
salchica de collejas o collejas en salsa o el arroz con garbanzas y pata. Los
dos viajeros que anduvieron algún día, algunos días en distintos momentos por
estos aires y vientos y tierras y suelos, tienen que marcharse, porque cada uno
está en su lugar de habitabilidad y de habitación, cada uno está con sus
condicionantes y sus condicionadores, con sus deberes y sus obligaciones, con
sus derechos y sus hechos.
Mirando
a la lejanía que se queda atrás, caminando en las mulas de cuatro ruedas y un
motor modernas hacia el centro de la Mancha, a esas llanuras como tapices y
alfombras, que a veces, son grises y a veces, con colores verdáceos, esos
recorridos que se van entrando en un mar de suelos horizontales, de tierra y
sol y aire y, cada vez menos agua. En esas tierras, que el Quijote y el Sancho
siguen caminando en las mentes y carnes y cerebros…
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Fin artículo 4.272º:
“Volando por Alcaraz y, II”.
E.
23 de junio