Artículo Periodístico 4.256º: “Los que se quedan en la cuneta de la historia”.
Cuántas
personas, cuánta proporción, se sienten o se quedan y en cuánto se sienten y
cuánto se quedan en la cuneta de la historia. Cuántas sus sueños se han quedado
en aire y casi nada.
Hablamos
de los sueños de los literatos y pintores, pero eso estimado lector/a es una
metáfora. Estamos hablando de todos, de niños y ancianas y adultos. Estamos hablando
de los sueños de los panaderos y de los agricultores y de los ejecutivos y de
los maestros. Estamos hablando de todos, de las amas de casa y de las viudas y
de las solteras y de loa divorciadas. Estamos hablando de todos y de todo y de
todas. De todos los sueños, algunos demasiados grandes, otros medianos o
pequeños, que las personas sienten y quieren o creen o desean, que pueden
alcanzar…
Hablamos
de los escritores y pensadores y poetas y pintores y músicos y filósofos porque
es más fácil citarlos, porque es más evidente, que el noventa por ciento de
todas esas personas, que se dedican a ellos, solo se comen las sobras o algunas
frutas, algunas veces en sus vidas. El resto del tiempo es el silencio, la
soledad y el trabajo y el olvido…
Me
dicen y escucho, aquel político y aquel intelectual del poder alaban a Pessoa o a Kafka o a Joyce o a Antonio Machado o a quién sea. Siempre
están con sus versos o sus colores o sus sonidos o sus gestos. Pero olvidan que
al lado de ellos, han existido cientos, quizás miles, quizás no tenían gran
talento, pero si tenían también sueños y esperanzas de ocupar un mediano o
pequeño lugar o un alto lugar en la carrera de la cultura… pero también,
aquella mujer que quería tener hijos y marido, aquel hombre que quería tener hijo
o hija, aquella persona que sabemos merecía mejor puesto en la labor laboral
labrante, y, aquella persona que quedó defenestrada por mil razones, ninguna
moral…
Oímos,
como cantan a los profetas muertos, como dice la Biblia, como cantan a los
profetas que sus bisabuelos olvidaron en el desierto, y, ellos mismos hacen lo
mismo con los presentes… Pueden que todos los humanos tengamos buena voluntad,
si, puede que la tengamos, pero puede que la buena voluntad no sea racional y
no sea lo suficientemente moral. Porque la buena voluntad para ser buena
voluntad, tiene que ser buena en sí y correcta y racional y buena en la teoría,
y, después en la práctica…
Es
evidente y obvio, que los que se quedan en las cunetas, todo el mundo siente
que en algún aspecto de la vida ha quedado en la cuneta. En otros ha avanzado y
progresado. Nadie es el hombre o la mujer cien. Todo el mundo lleva sus
heridas, más grandes o más pequeñas o más profundas o más livianas. Todo el
mundo, grandes y pequeños, de unos estratos sociales o de otros...
Pero
no podemos negar que hay personas que sufren más, que fracasan más, que están
en situaciones peores que otras. Que sus heridas son más grandes, y que han
salido a la cuneta, se han quedado en la cuneta, más lejos de la acera y de la
vía y de la autopista. Que hay personas que aunque se han esforzado enormemente
en el trabajo, en llevar una vida moral correcta, en cumplir las leyes de su
sociedad jurídicas. Pues hay personas, que quizás, por un motivo o por otro se
han quedado atrás, en la cuneta…
Oyen,
a los predicadores de los poetas antiguos, siempre en sus labios, -no olviden
que los poetas es la metáfora aplicable también al cocinero o al empresario o
al amo/a de casa…-, y, oyen como hacen enormes panegíricos defendiendo las
grandes ideas y las grandes palabras y los grandes principios… y, no negamos
que tienen buena voluntad. Pueden ocupar altos cargos y altas cargas, sea en la
política o en la economía o en la cultura…
Pero
mientras que los oyen, ellos o ellas recuerdan, que algunos de sus seguidores a
ellos o a ellas, dejaron a otros en la cuneta de la historia, no le dieron ese
puesto que merecían, y, todos sabían que merecían porque quizás, no tenían ese
mentor que deberían, o no tenían ese carnet que no disponían, o porque existía un
enfrentamiento personal o rencor de una persona de un tribunal contra ellos o,
por mil razones…
Y,
se fueron quedando en la cuneta de la historia. Esperando que el futuro la
situación cambiase. Pero el tiempo se movía, e iban pasando los años, y seguían
quedándose en la cuenta de la historia. No en todos los temas, pero si en
muchos o en algunos. E, iban pasando los años, y venían los kilos y venían las
arrugas y venían las canas… pero la situación no cambiaba… y, seguían
quedándose en la cuneta de la historia. La poesía es la metáfora, y, cada uno
se la aplique en lo que quiera o en lo
que pueda…
Y,
llega la tercera edad. Y, no desean mirar hacia atrás, porque es una historia,
de quedarse en la cuneta de la historia, de su microhistoria, de su pequeña vida
y su pequeño vivir. Pero los grandes discursos de los que tuvieron poder y
poderes, las grandes palabras continúan.
Y,
ellos o ellas, encerrados ya en la edad, se callan y se van muriendo poco a
poco. Es el acto final, irse muriéndose, y, ya a nadie cuentan, que se quedaron
en la cuneta de la historia, no en todo, pero si en algunos aspectos que no
merecían. O que ellos pensaron que no merecían. Pero a quién le van a narrar su
historia, al final, solo la conocen los ángeles y el Buen Dios. Pan y paz y pax
y bien.
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Fin artículo 4.256º:
“Los que se quedan en la cuneta de la historia”.
E.
09 junio