Artículo Periodístico 4.252º: “Sobre los payeses y los manchegos y Umbral y Plà…”.
Es
propio de la literatura y del articulismo catalán hablar de los payeses, en
definitiva, los agricultores de dicha región, pero poco se habla de los
manchegos o castellanos.
Es
más, en el caso de los primeros, no lo critico, es como una definición de la
esencia de la región con sus grandes valores, pero en el caso de los
castellanos o de los manchegos, es como si tuviese un matiz de algo anticuado.
De alguna manera, para muchos, el concepto de payés, es algo de orgullo y de
valor, el concepto de agricultor manchego o castellano, da un frío de
anticuado, de complejo de inferioridad, de deseo de superar o de deseo de
olvidar... No somos agradecidos con nosotros y con nuestra historia y con
generaciones de antecedentes y antecesores y ancestros…
Pero
seamos sinceros con nosotros mismos, tanto un agricultor murciano, catalán,
valenciano, vasco, castellano, manchego, andaluz es el producto y derivación de
cientos de generaciones, de miles de generaciones que se han ido heredando y
comprando y vendiendo tierras y casas de pueblo. Es como una línea que ha
continuado pasando por la gran sinfonía de la historia, que se presenta y
representa como relatos de culturas, pueblos moviéndose, de conquistas a
espadas y a caballo. Desde que en el neolítico cuando los humanos se instalaron
en lugares concretos y fijos, sea debido a la protoganadería o a la
protoagricultura, existen payeses catalanes y campesinos castellanos, en todo
el planeta, con miles de nombres según tiempos y culturas y épocas…
En
muchos sentidos, todavía, todos los de esta plaza de toros de Celtiberia, casi
la mayoría de sus padres o sus abuelos o sus bisabuelos o algunos de ellos,
eran agricultores, vivieron una gran parte del tiempo y de su espacio, viviendo
y existiendo y criando sus familias, labrando las tierras o las ganaderías o ambas
cosas, o a la vez. Esta es lo real de la realidad. Muchos se sienten inferiores
por ello y no lo indican o no lo dicen. Pero esta es la real realidad. Mis
abuelos, los cuatro eran agricultores. Mis padres de jóvenes también. Mis
padres de adultos no.... Yo, tampoco o yo no –yo apenas sé nada del campo y de
la agricultura-. En dos o tres generaciones se ha pasado de saber todo sobre el
campo a no saber nada, como es mi caso, y, el de millones…
La
realidad es que el siglo veinte se produjo la gran migración del campo a la
ciudad, desde unas zonas regionales de Europa a otras, de la Península Ibérica
a otras. No sería lo que hoy somos, sin esos movimientos. No saben ustedes lo
que eso ha costado a millones de personas. De pasar del campo y su pozo, incluso
sus caballerías, tuviese muchas o pocas, a estar detrás de una mesa, estar en
el sector servicios o estar en el sector administración. Ese paso o ese éxodo
desde el campo a la ciudad. Muchos olvidan que sus abuelos o padres nacieron en
Murcia, en Jaén, en la Coruña, en León o en Toledo y sus piernas y brazos y
cabeza, su destino les arrastró a alguna otra región de esta Piel de Toro.
Pocos quieren recordar eso. Pocos desean recordar que sin esos ojos, no habrían
montado toda la industria. Pocos son agradecidos, y se dicen, que el pueblo
unido jamás será vencido…
Seguimos
alimentándonos de pan y pollos y cerdo y vaca y tomates. Todo eso, y, decenas
de productos se crían en los campos. En los campos del mundo entero, en los
campos también de Castilla y en los campos de Castilla-Mancha. Todo eso y más
cosas. Es importante los que fabrican vehículos, los que dirigen pleitos, los
que nos proporcionan enseñanza, los que nos curan los huesos rotos por el
tiempo o las artritis, los que nos dirigen las sociedades, y, los miles de
oficios-profesiones existentes. Pero deberíamos ser más agradecidos con los que
plantan árboles y recogen cosechas. Porque sin ellos y sin ellas usted hoy no
degustaría su menú de trigo fermentado formando capas de trocitos de nieve
sobre la leche blanca de vaca…
Usted
no degustaría ese queso que tanto placer le produce, ni ese vasito de vino, de
la cosecha de 1980 con la que quiere que su corazón bese a otro esa
tarde-noche, ahora se diría tardear-anochecer o anochecear, me admiten el
neologismo.
Supongo
que el maestro Umbral del
articulismo sonreiría –por cierto, dice Villena
en un podcast, que F. Umbral estuvo
dos años en el lugar donde nación, en Madrid, no es que tenga mucha
importancia, pero sería un dato que habría que precisar, porque creo que si
fuese cierto, no solo que se fuese unos cuatro o cinco años a Laguna de Duero, con una nodriza, si
fuese cierto, comprenderíamos mejor el dolor que llevaba dentro, y, de alguna
manera, tendríamos que comprender y tener más misericordia de este ser humano,
y darnos cuenta, que es un caso claro y ejemplo evidente, de que la literatura,
también cura, ¿qué habría sido Umbral
si no hubiese escrito, no se hubiese escrito…?-.
Todo
esto porque en el espejo de la historia me he dado de bruces con un artículo
del genial Josep Plà, titulado: Los
payeses otra vez, publicado en Destino, el 21 mayo de 1960. Los
articulistas de hoy, no son y no somos nada, sin los precedentes, no somos nada
sin Unamuno, Ortega, D´Ors, Plà, Cunqueiro, Pemán, Alcántara, Camba, Umbral,
A. Burgos y otras docenas –bien harían los poderes culturales, que de todos
se hiciese algo semejante como se ha realizado con el Archivo Digital de Plà-.
http://www.facebook.com/cuadernossoliloquiosjmm © jmm caminero (18 mayo-09 junio 2024 cr).
Fin artículo 4.252º:
“Sobre los payeses y los manchegos y Umbral y Plà…”.
E.
09 junio