Artículo Periodístico 3.994º: “Cervantes o Quevedo, Unamuno u Ortega”.
Dicen, sin nombrar, que toda la
literatura española se divide entre los que son quevedistas o son cervantinos,
yo añadiría, además entre los que son orteguianos o unamunianos.
Se piensa que toda la literatura
española, incluido otras facetas artísticas, incluidas el cine, o son o somos
quevedianos o cervantinos, según repetía el maestro Umbral, después se añade lo de orteguianos o unamunianos. Pero la
realidad es que también habría que incluir si somos lopeanos de Lope, o somos gongorianos o gongorinos
de Góngora, o calderonianos de Calderón…
Puede que en algunas etapas
históricas sobresalen más unas influencias que en otras, pero pienso, al menos
yo, aplicado a mi mismo, que somos todo y de todos. Lo que sucede es que no
queremos decirlo muy claramente, para que no se note la influencia que tenemos.
Citamos a algunos, por ejemplo, en el siglo veinte se citaba como precedentes a
los
del 27, pero muy poco a Ortega y
a Unamuno, se citaba a D´Ors pero no
a Ortega y a Unamuno, y, la realidad, es que creo que en España, por una
necesidad interna psicológica, social y colectiva e individual, somos una
paella y un cocido y una ensalada de muchos elementos. Hemos estado toda la
Edad Media con las tres culturas, y, creo que tenemos en el inconsciente
colectivo, la necesidad que tenemos que para vivir y sobrevivir tomar de todos,
de cada uno algo o de algunos mucho…
En la cultura humanística,
padecemos un enorme mal, y llamo humanística a la filosofía, artes, literatura,
teología, cultura en general, todos tomamos de todos y de todas. Pero no
queremos indicarlo claramente, algo citamos, pero no mucho, para así pasar como
más original, más creativo, más innovador. Tomamos una idea, consciente o no,
de otro y de otros, una definición, un concepto o un enunciado o una metáfora y
la cambiamos, para que parezca que es nuestra. Otra cosa es que una idea haya
pasado a formar parte de tu andamiaje interior, y, ya es y está dentro de ti.
Ya no sabes cuándo llegaste a esa idea, o cuándo la tomaste de algún pozo
cultural o autor o corriente o ideología…
Sucede también otra realidad, que
en filosofía, ensayo, ciencias sociales está a la orden del día, se toma un
concepto o idea o argumento o término de un autor o una corriente, y, lo que
hago para que no se note, es que invento otro vocablo, y, después, tomo la
misma idea, pero la matizo, con otras palabras. Si lo hago con una treintena de
nuevas palabras y nuevos conceptos de ese modo, y, le doy un nombre a la
corriente, ya tengo una nueva tendencia literaria, artística, cultural,
filosófica, teológica, humanística. Porque así, pienso que he creado una marca
estética y conceptual e ideológica, y, personal. Y, así creo que paso a la
historia o puedo hacerlo –y, a veces, sucede, que la persona, que de verdad ha
descubierto un camino nuevo, duerme en los sueños del olvido, pero de esto
hablaremos en otra ocasión…-.
Por tanto, soy, personalmente, he
tomado de todos los españoles, en todas las lenguas, pero también de todos los
de la lengua española aunque no sean españoles. Pero ahora, también todos hemos
tomado de todas las lenguas de Europa, y, de autores de todas las lenguas no
europeas. Queramos o no, ya no somos y no solo bebemos de las fuentes de
nuestras sociedades y Estados, sino de todos los continentes culturales y
geográficos. Al final, usted está conduciendo un vehículo que se ha podido
fabricar a cinco mil kilómetros, no es extraño que tenga ideas y argumentos de
sociedades que respiran el aire de cinco millones de metros de distancia.
En la medida que se pudiese y se
recordase con buena voluntad, habría que citar a quién se merece la autoría de
la frase o de la idea o el argumento o el símbolo o la metáfora. Es o sería un
justo reconocimiento, un justo dar valor a otras personas, es agradecer que
otros hayan llegado a una idea o expresión o metáfora o enunciado. No nos quitamos
nada a nosotros mismos, y, damos mérito y valor a otras personas.
Quizás, solo han tenido ese
descubrimiento y nadie se lo reconoce. Quizás duermen en un rincón de algún
barrio de una gran ciudad o en un pueblo de una meseta olvidado, quizás debe y
se le debe ese pequeño homenaje, y, quizás llegue a enterarse, que un Nobel le
ha citado a él o a ella, que lucha con las palabras y las ideas todos los días,
en el desierto del olvido, solo pasan y vienen y devienen las arrugas y los
hielos y los silencios… Unamuno,
siempre lo recuerdo, decía, que en España se copiaba mucho, se plagiaba mucho,
ideas y palabras y conceptos y descripciones, sin dar el mérito a quién lo
tenga, si es que de verdad se recuerda…
Acabemos el artículo con
ochocientas palabras, yo, soy de la
estirpe de Quevedo, de Góngora, de Cervantes, de Calderón, de Tirso de Molina,
de y de… también de Unamuno, Ortega, D´Ors y de cientos otros y otras.
Cierto que de unos más que de otros, sobretodo en algunos periodos de mi
existir… ¿Y, usted, es más quevediano o más cervantino, aunque no escriba,
todos los españoles o somos más quevedianos o más cervantinos, quizás por
carácter psicológico o moral o social o cultural o económico o…? ¿O más
unamunianos o más orteguianos, algunos dirían me he olvidado de Machado, Antonio, pero no, no me he
olvidado es que no puedo citar a todos y a todas…? ¡Ya, ya me he pasado de
ochocientas palabras de este artículo…!
http://www.facebook.com/cuadernossoliloquiosjmm © jmm caminero (30 dic. 23-08enero 2024 cr).
Fin
artículo 3.994º: “Cervantes o Quevedo, Unamuno u Ortega”.
E.
08 enero
E.
15 enero