Artículo Periodístico 4.007º: “Gastrocultura: Judiones de la Granja o/y del Barco”.
Una
variedad, un ingrediente, un alimento básico puede crear una receta, un sabor,
un color, un plato gastronómico o culinario. Un recuerdo o anhelo o deseo de un
hecho del pasado...
De
la anterior idea se deduce e induce, que de los miles de alimentos posibles, de
caza y pesca y vegetales, pueden surgir al menos una sinfonía de recetas
alimentarias. Pongamos el caso de las judías grandes, quizás gigantes como
molinos de viento del Quijote, se puede obtener un plato
típico y popular. Después está ponerle color de recetas diversas. Si se combina
con un elemento o dos o tres de otros alimentos, vamos cambiando las
posibilidades. Son dos diferentes tipos o variedades de judía, la de La Granja
y la del Barco, pero ambas pueden describirse de forma semejante en su plato.
La
humanidad ha soñado siempre con comer y con alimentarse. Son dos realidades que
son diversas y diferentes. Por un lado, comer es introducir energía en el
propio cuerpo de un organismo o ente vital, da lo mismo sea una gacela o un
conejo o un árbol o un ser humano.
Alimentarse
es crear variedades, es poner la imaginación y la creatividad en ese elemento.
Posiblemente, la recolección ha sido la base de la alimentación humana durante
milenios, incluso más que la caza, y, dentro de la recolección estarían
vegetales, pequeños animales, quizás, de siglo en siglo algún animal quemado
después de un incendio natural. Y, con esa base se ha ido complejificando,
habrá habido etapas históricas, una esencial que debió constituir una enorme
revolución, fue aplicar o inventar o recoger o diseñar el fuego. Y, el fuego
emplearlo con diversos fines, uno el alimentarse.
El
fuego debió ser la gran revolución de la defensa del ser humano ante los
animales, ante el frío, ante el cobijo, y, un elemento esencial para la comida
–que poco a poco pudieron irlo aplicando a diversidad de alimentos, formas,
cocidos con agua, asados al fuego, casi calcinados, quizás al principio…-.
Como
en tantos platos los fogones y la cocina las judías típicas de la zona
segoviana, unas judías que parecen quieren ser gigantes puestas en los ojos de
los platos, se combinan y nadan en los guisos con chorizo, oreja y morcilla.
Los humanos son los seres que inventan o descubren una realidad o ente, sea lo
que sea, y, después lo combinan con otras realidades. Inventan o descubren el TAC y se aplica a la salud humana,
al poco tiempo, se está aplicando masivamente en las momias egipcias. Eso
sucede con los alimentos, una variedad equis de substancia o ente nutritivo, se
combina enseguida con otros…
De
todo lo anterior, pienso, que vendrán en el futuro próximo, cientos de
alimentos, de África, Asia, el Pacífico, más de América del Sur, y se irán
combinando con las cocinas de Europa, también la del buque insignia, como
transatlántico y portaaviones que es Hispania Ibérica y Celtibérica…
La
comida es una sonrisa. Por lo general, salvo los síndromes de problemas de
salud en relación a la comida, aquí les expongo con palabras mi afecto, a todas
las personas, que han pasado alguno de esos trastornos alimentarios, aquí,
deseo incentivarlos y aplaudirlos y homenajearlos por su lucha para encontrar
el equilibrio interior y exterior, en relación con la comida sea una conquista
positiva. Aquí, les recuerdo que sigan las normas que sus equipos médicos y
psicológicos les indican. Aquí, también me acuerdo de ellos. Pues creo que la
comida, con racionalidad y prudencia y sentido común es un elemento más para la
sonrisa humana.
En
tiempos difíciles, y, todos los son. Aunque hayamos avanzado en casi todos los
parámetros una barbaridad desde hace cien años. La comida debemos también
analizarla y racionalizarla como un elemento más para la alegría y la sonrisa
humana. Porque tiene muchos elementos para ese fin. Unos judiones, cada uno,
con su cantidad específica, bien hecho, humeando, con buena compañía y, o, con
un poco de soledad, es un tesoro creado por esa combinación de la naturaleza y
de la cultura y de la sociedad y de la historia humana.
Este
plato del fogón nacido y surgido en esta aldea-pueblo-casa de verano de reyes
antiguos, este guiso mezclado con los paseos por este lugar, La Granja,
visitando palacios, visitando cristales, visitando historia. Aquellos que
estuvieron antes que nosotros, que respiraron este aire y pisaron esta tierra,
que pasaron a estos monumentos, o, se quedaron en las puertas vecinales, o, con
sus cuerpos atravesaron los buques del espíritu o de las iglesias. Los que
dieron sombra antes que nosotros, que tuvieron que habitar este mundo, con la
organización social y cultural y económica y política de sus tiempos, de eso
que se llamó Antiguo Régimen, ya decaído y caído, ya en Europa dos siglos, en América
del Norte dos siglos y medio, en Inglaterra un poco más, en esa evolución
constitucional que empezaron antes que todos.
Ese
mezclar estas judías o judiones con los recuerdos de la Ilustración. Ese ser y
estar, ante un plato y que te recuerde multitud de cosas. Los dos viajeros,
pasaron por esta localidad, pero no probaron los judiones de la granja. Los dos
viajeros aquella mañana, esperando que abrieran las puertas del palacio de
verano de la Granja. Aquellos dos viajeros se perdieron el guiso de las judías
con el agua y el fuego y los trozos de chorizo, de oreja y de morcilla en el
Real Sitio de San Ildefonso…
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Fin artículo 4.007º:
“Gastrocultura: Judiones de la Granja o/y del Barco”.
E.
22 enero