Artículo Periodístico 3.682º: “El Negroni, Gistau y Peláez”.
No sabía que el Negroni, era un
cóctel italiano. La única referencia que tenía de esa palabra, era el libro de David Gistau, una antología de sus
artículos.
El columnista, profesional de la
que existen dos clases, los que reciben dividendos económicos, y, los que no
reciben nada más que las gracias. Existen miles de articulistas periodísticos
en nuestra sociedad y país, que publican al menos, una columna al mes, la
mayoría una a la semana o a la quincena. Porque existen más de mil periódicos
digitales, en estos momentos –sin contar las Webs de radio, televisión, los
blogs personales…-.
Los columnistas “profesionales”,
que hemos indicado, siempre se están preguntando por la esencia de su oficio.
Diríamos que estamos condenados a saber, los límites de la columna periodística
personal, el artículo de opinión literario, de una gran tradición en nuestra
sociedad ibérica o celtibérica, porque siempre parece estamos divididos entre
iberos y celtas, en cada época, tienen un nombre diverso y una bandera
diferente. Pero siempre estamos en la división…
José
F. Peláez,
notable columnista, en una de ellas titulada Un Negroni con Gistau,
publicada en El Debate de Hoy, el día 19 de febrero del 2021. En el cual
nuestro notable columnista Peláez,
alaba al sobresaliente articulista, Gistau,
-que la vida se le terminó demasiado deprisa y pronto-, narra la libertad de
expresión y de conciencia de Gistau,
y, nos recuerda el libro antológico de artículos del mismo Gistau titulado: El penúltimo Negroni. He leído y
pensado y meditado dicho libro, muchas de sus columnas, pero no conocía, que la
palabra Negroni se refería a un cóctel.
¿Qué lugar tiene el articulista
de opinión literaria, no el de datos o de análisis, sino el comentarista y
cronista y opinista de la realidad social o económica o política o de
costumbres o culturales o de artes o de realidades pequeñas o grandes…?
A mi parecer el articulista toca
varias teclas del órgano de la vida, por un lado, tiene que tener en cuenta el
medio en el que publica, el público de ese medio y de sus artículos, la
actualidad del mundo o del momento, además de su ideología y su conciencia. Y,
con todo ello hacer una fabada que sea consumible para todos. El autor no
sienta que va en contra de su conciencia, y, los propietarios o gestores del
medio, no sientan que va en contra de sus intereses, sean ideológicos o sean
económicos, y, el real y potencial público, no se sientan ofendidos, aunque no
se les dé la razón, en todos los artículos…
Cada autor o escritor o
escribiente o articulista tiene que saber en qué perspectiva o dimensión se
sitúa. Yo, lo tengo claro, no necesito herir a ningún bando ideológico o
cultural o social o económico. Segundo, no tengo que adular o alabar a ningún
grupo o manada ideológica o social o económica o política. Tercero, tengo que
disponer, con el foco de la legalidad vigente, y la moralidad de siglos que
hemos heredado, palabras y frases e ideas e imágenes, lo más verídicas y
verdaderas y bondadosas y buenas y útiles, y, con algo de belleza. Debo hacer
un pan lo mejor posible. Porque si escribo una columna es para ofrecer algo
verdadero y bondadoso y bello. Ya que no recibo estipendios en la mesnada, al
menos no prodigue errores, o al menos, no-verdades, sabiendo yo que son
no-verdades.
Un artículo es un producto, que
el mismo escribidor debe analizar y analizarse. Por eso, es tan difícil el
género. Muchos los realizan y construyen. Pero pienso, nadie se rompa los ojos
de su vestido, pocos se examinan seria y profundamente en el espejo de su alma,
su interior, su exterior. Pocos, desean redactar frases que sean verdaderas,
aunque vayan en contra de su ideología.
Pienso que esta es la línea que
separa al buen columnista del que es menos bueno. Cuándo un articulista escribe
una tesis o una frase o varios párrafos defendiendo un punto de vista, que van
en contra de su pensamiento o sentimiento o afecto o intereses de años y años.
Cuando alguien ha llegado a la
conclusión A en un asunto o tema, pero él o ella siente, que desearía que fuese
B. Pero para no engañar al hipotético lector, escribe A, aunque le gustaría
escribir B. Redacta A, aunque sus intereses y deseos y pasiones y finalidades,
le dicen que debería escribir B. Pero hace un texto con la tesis A. Después,
sabe que vendrán las incomprensiones, los silencios, se dejarán de recibir
llamadas telefónicas, será menos invitado a desayunar con amistades, irán
algunos compañeros de trabajo a desayunar a otra hora, cuándo él o ella se
quede más solo, por expresar lo que considera es verdad, aunque no desearía que
esa fuese la verdad –en ese momento, ese escribidor es un gran articulista…-.
¿Pero existen pocos así, porque al final, hay que pagar hipotecas y negronis y
compañías y silencios y favores y amistades? ¿Existen pocos a sí, o existen
muchos…!
Eso, en el contexto de Kant, parafraseándolo: “decir la
verdad, si es posible, y, si no es posible, callar y callarse la propia verdad,
pero no decir la no-verdad”.
Cada articulista tiene que
examinarse frente a su propio espejo. Y, decirse, cuánta verdad dices, cuánta
verdad no dices. Esta es la cuestión. Yo, tengo la solución a esta cuestión.
Escribe artículos para publicar en los periódicos de hoy, y, escribe otros,
para que se publiquen dentro de cinco décadas después de fallecer… si es que no
puedes expresar tu profunda y esencial verdad y, si no, la fórmula de Kant… la
fórmula de Kant y esperar… ¡Usted articulista espera mucho, espera en muchos
temas o espera en pocos…!
http://youtube.com/jmmcaminero ©
jmm caminero (05-19 julio 2023 cr).
Fin artículo 3.682º:
“El Negroni, Gistau y Peláez”.
E. 19 julio