Artículo Periodístico 3.698º: “Ser alguien en un saber/arte y Menéndez Pelayo”.
Todo el mundo, no podemos
autoengañarnos, quiere ser lo máximo o suficiente en su oficio, profesión,
vocación, saber. Da lo mismo, sea un empresario, un dentista, un músico.
Diríamos que esta es la realidad
afectiva y sentimental de todo ser humano, diríamos, que está dentro de la
médula de cada célula. Puede que con el tiempo y la racionalidad y la
moralidad, ese deseo, se atempere. Pero existen multitud de razones,
económicas, sociales, culturales, de presencialidad en un grupo social, de
notoriedad, de fama, vanidad, soberbia, de ventajas sobre otros…
Quién, no quiere ser un buen
fontanero y tener una pequeña empresa, un gran dentista y tener varias sedes,
un gran cirujano y que su nombre pase a la historia, y, si es posible a una
calle. Diríamos es la herencia de ser primates, que si se estudian, están
estructurados por grupos, existe el macho y la hembra alfa, y, debajo existe
una escala.
Tal es así, que la hembra de más
baja categoría a su cría cuándo nace, se la trata de otra manera, peor, que a
las mamás primates de categorías superiores. Con lo que me temo, que existe una
jerarquía y estructuración a y en todos los modos y medios y formas y maneras.
Debo pensar, puede que me equivoque, los antropólogos y biólogos deben indicar
si esta tesis es cierta. Pero de momento, en un texto literario, se puede
admitir como verídico o probablemente verdadero o real en un tanto por ciento
alto o bajo o medio…
Pues en todos los saberes
ortodoxos y no-ortodoxos, en todas las artes, el autor o autora, quiere llegar
a la cima, porque entre otros motivos, en las artes, son muchos los que tienen
que vivir de otra realidad, no de su arte, pocos, los que existen con su arte,
sea el que sea. En un artículo de Menéndez
Pelayo, titulado: Un discurso de Menéndez Pelayo,
publicado en la Revista Literaria y en El Imparcial del 10 de junio de
1901, nos trata este tema, de que existen autores, decía el gran polígrafo,
interpretándolo, que quieren ascender al Everest y a la fama, lo antes posible,
y, por eso y para eso utilizan todos los excesos, lo que después llamaríamos
vanguardias o extravagancias, -según que óptica y visualizadores-, de los
autores y autoras para tener un nombre en el Parnaso de su especialidad…
Aquí, nos enfrentamos al
problema, de “los acomodadores”, no sé si es una metáfora de Manuel Alcántara, de los que
seleccionan qué nombres y qué obras tienen valía, para ser elevados a una
categoría mínima, y, desde una mínima a una mediana, y, de una mediana a una
superior. Son los que invitan que algunos nombres y apellidos se pongan en la
carrera, que puedan correr los cien mil metros de la vida en ese arte o saber o
especialidad…
Cierto es, en lenguaje popular,
que uno cuenta cómo le va en la feria –dicen, los puristas, que los tropos
populares y refranes, no hay que utilizarlos en la gran literatura, y,
evidentemente, estoy en el proyecto de construir gran literatura, en este caso,
periodística-. Pero pienso y opino modestamente, que el articulista, entre sus
derechos y franquicias y regalías está el utilizar todos los tipos de
lenguajes. Por mí, me sale del corazón, utilizaría muchos más, pero de momento,
diríamos, me atengo a muchas convenciones, para ver, “si se fijan en mis
escritos”, y, quieren elevarme, del “último puesto a uno intermedio” –les sueña
y suena y evoca la frase evangélica, que a su vez, posiblemente, fuese una
máxima semítica de su época-.
En un instituto que estuve, se
contaba, que una prueba de selectividad, un alumno que tenía que examinarse de
matemáticas, en un problema, escribió que no se podría solucionar, porque le
faltaba un dato. El alumno entregó el examen con esa respuesta, fue al
instituto de su profesor de matemáticas, evidentemente llevaba razón. Se
llamaron por teléfono las distintas instancias, y, dieron esa pregunta de esa
materia, ese problema como aprobado a todos. ¿Qué sucede, que en matemáticas,
hay un método de verificación?
Pero en las humanidades y
Humanidades –filosofía, literatura, artes, teología, cultura en general,
poesía, etc.-, no existe un método de verificación universal. Por lo cual,
puede suceder, que alguien esté abriendo caminos nuevos en una disciplina, y,
ahora, con la enorme cantidad de producción, pues esté en un silo de decenas de
miles de kilos, sin que a nadie le llegue, como el cuento, “nadie le dé el beso
para que la cenicienta despierte…”. Hoy la censura es la enorme cantidad de
producción. No se necesita otra censura…
No sé, si Menéndez Pelayo, egregio escritor y pensador y crítico literario.
Un hombre que llenó de páginas las bibliotecas, que si hubiese sido anglosajón,
habrían inventado premios y conferencias y cursos en su nombre, quién sabe, si
incluso una universidad o una plaza de toros o…
Pero el problema del Arte y de
las Artes y de las Humanidades, es cómo descubrir, que exista un Quijote duerma
olvidado en un cajón. O, lo que sea más frecuente, quizás, cientos de autores y
autoras, que no son excelsos y excelentes, ni geniales, pero podrían tener y
dar más luz a su tiempo y su época. Y, deberían quedar para valor de identidad
de sus regiones y sus provincias, están dormidos sus trabajos, sin que nadie
los valore…
¡Cuánta cultura, cuánta
producción cultural se pierde cada año, cada década, cada generación cultural…!
¡Cuánta…! ¡O, no se pierde nada…! ¡O, lo que se pierde, nada de todo ello,
tiene ningún valor, ni siquiera como identidad local o provincial para el
futuro…!
http://www.facebook.com/cuadernossoliloquiosjmm © jmm caminero (20-26 julio 2023 cr).
Fin
artículo 3.698º: “Ser alguien en un saber/arte y Menéndez Pelayo”.
E.
26 julio